Je ne suis pas Cañizares
Es justo reconocer su elegancia y el porte con que porta y le
portan su capa de cinco metros, cuyo uso, dicho sea de paso,
desaconsejó Pablo VI, por su imagen de opulencia y, supongo, por
sentido del ridículo.
Otra cosa son sus declaraciones de escaso
sentimiento cristiano, contrarias a toda idea de progreso y justicia
social. Declaraciones por las que ha sido acusado de fomentar el odio
y la xenofobia y la Fiscalia General de Valencia ha abierto
diligencias de investigación penal. No es el momento de entrar a
valorar al Centro Jurídico Tomás Moro, lo haremos en otra ocasión,
pero viene al caso por que ha iniciado una campaña de apoyo al
inmarcesible arzobispo bajo el lema “Je suis Cañizares”.
Me he
permitido usar su lema, añadiendo el prefijo negativo. Je ne suis
pas Cañizares; no soy admirador de Rouco Varela y su domicilio,
símbolo de humildad. No me despierta, al contrario que a Cañizares,
ninguna simpatía Juan Pablo II, protector de Marcial Maciel y
elevado a santo con urgencia además de poco beligerante, sea dicho
de paso, también como Cañizares,con cierta lacra delictiva de
carácter sexual que corroe a la iglesia apostólica romana.
Así y
todo, no podía dejarle sin mis más sentidas y sinceras palabras
hacia él.
Arzobispo Cañizares:
azote de refugiados,
mujeres y desviados,
debe estar en los altares
persiguiendo los pecados.
Porque reza y cuando reza,
o mira para otro lado, o puede ser por pereza,
pero nunca ha condenado
la plaga de la pobreza.
A su rebaño sumiso
anima a no obedecer
las leyes que hace el poder
terrenal, que da permiso
e igualdad a la mujer.
Encaramado en su podio
de inquisidor medieval
dice perseguir el mal
pero va sembrando el odio,
eso si, pontifical.
