¿Por qué Lloma Badà?
El monte que domina la exclusiva urbanización está partido en
dos mitades debido a un terremoto acaecido hace miles de años.
Cuando se habla de la Lloma Badà siempre se piensa en la
urbanización que se puso en marcha a finales de los años sesenta
del pasado siglo. Allí – por iniciativa privada- se construyeron
grandes y lujosos chalets que, en su mayor parte, eran propiedad de
vecinos de la ciudad de Elda. De hecho, la iniciativa partió de un
grupo de eldenses vinculados al mundo empresarial e inmobiliario.
Hasta entonces, este paraje petrerense situado entre la parte más
alejada de nuestra población y la zona rural “dels Colegials”
–muy vinculada a Novelda- era todo un secarral con algunas cuevas y
terrenos de labranza jalonados por contadas casas entre las que
destacaba la “Casa del Metge”, cuyo propietario era un conocido
médico noveldense. Su nombre, la Lloma Badá, es obvio. Loma rajada.
Los antiguos bancales y, desde hace algunas décadas, chalets con sus
correspondientes parcelas, están dominados por una loma partida en
dos mitades que fue víctima hace miles de años de un cataclismo o
terremoto del que todavía se conservan sus consecuencias a pesar del
tiempo transcurrido.
La gran falla se desplaza de oeste a este a lo
largo de casi tres kilómetros. Desde el cercano manantial de agua
salobre y medicinal que divide los territorios municipales de Novelda
y Petrer, hasta el antiguo camino que unía la partida noveldense de
Salinetes con Salinetes Baixes petrerenses, junto a la rambla de
Bateig.
Dicho nombre es muy común –y extendido- en ambos términos
locales. Los vestigios más evidentes de la milenaria falla se
observan en la parte más alta del montículo, a una altura de casi
500 metros desde el nivel del mar. Precisamente en esta zona están
las “entradas” a las oquedades subterráneas y es donde se dan
cita los espeleólogos y escaladores que practican ambos deportes.
La
anchura media del badajo oscila entre los cuatro y los cinco metros
en su zona más visible. Es punto de encuentro de una selección de
aficionados procedentes de la provincia, del resto de la Comunidad
autónoma y de regiones cercanas. El lugar no está en absoluto
masificado debido a la gran dificultad que tiene para entrar en la
gran y sinuosa caverna subterránea y desplazarse por sus vericuetos,
muchos de ellos inaccesibles. Incluso en la superficie hay que llevar
cuidado porque algunos puntos son peligrosos, aunque el conjunto de
la loma resulte aparentemente “normal”.
A raíz del
“descubrimiento” de la urbanización, cuando comenzaron a
trazarse las calles y a construirse las primeras edificaciones fue
cuando tuvo su “boom”. Ahora, todo hay que decirlo, algo
languidecido. Para llegar al monte de la Lloma Badà se puede acceder
por varios puntos, aunque los más normales y frecuentados son las
sendas de la parte norte y la del sur. A esta última se accede por
los alrededores de la antigua casona de Colegials, situada junto al
camino asfaltado que une los territorios rurales de Petrer con
Novelda.
El otro sendero también parte del mismo camino pero antes
de llegar a la mencionada finca, concretamente desde una vaguada que
delimita las últimas casas/chalets de lo que en su día fue una
urbanización privada de la propia zona rural. No hay que olvidar que
durante décadas –hasta la aprobación del Plan General a finales
de los años noventa del pasado milenio- esta parte del término
local fue de uso exclusivamente privado al que solamente se accedía
si el guarda privado levantaba la barrera. Por cierto, extraña y
sorprendentemente, dicha barrera todavía existe y es vigilada por un
empleado privado.
Aunque –todo hay que decirlo- sin tanta pega y
control como hace más de tres lustros. Por cierto, esta parte del
casco urbano y el monte que le da su nombre están relativamente
cercanos al casco urbano principal de Petrer pero para llegar hay que
dar un gran rodeo de varios kilómetros por “culpa” de una
pequeña vaguada que atraviesa el cauce de la rambla de Bateig. Toda
una “sinrazón” que los sucesivos responsables políticos del
municipio no han sabido – o no han querido- afrontar.
Otras evidencias del cataclismo
Más al Este del territorio local,
en el Racó del Xolí, más conocido como Rincón Bello, la evidencia
del terremoto es mucho más notoria. Basta con observar la fotografía
aérea de Juan Miguel Martínez para comprobar que las estribaciones
del monte de Rasos de Catí están partidas en dos mitades
perfectamente apreciables a pesar del tiempo transcurrido.
En sus
cercanías, en lo que hoy conocemos como la ladera del Palomaret, una
casa con sus correspondientes terrenos se desplazó de lugar hace
casi un siglo. La “historia” del cambio de lugar de la finca la
conoce a la perfección Luis Payá “el Zahorí”.
La familia que
allí subsistía de una pobre agricultura de secano observó al
levantarse por la mañana que la casa y buena parte de sus tierras
estaban situadas algo más abajo del lugar donde se construyó.