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jueves, 9, mayo, 2024
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Elecciones

Elecciones

Cuando escribo esto se acaban de celebrar las elecciones para el Parlamento de Andalucía, donde los principales partidos del país, PSOE y PP, han perdido un gran número de apoyos en favor de nuevas formaciones como Ciudadanos y Vox. El avance de las fuerzas de la derecha va ligado al descenso de la participación, que no ha alcanzado el 60% de los andaluces convocados a votar.

Este último punto es algo que entiendo muy bien. Espero que en 2019 la propuesta sugerida de una macro-jornada electoral que reúna las votaciones para cargos municipales, autonómicos, nacionales y europeos en un sólo día se haga realidad, porque la idea de un año donde las campañas electorales se sucedan una detrás de otra se me antoja espantosa. Y es que las campañas políticas en los últimos años se han vuelto de lo más cansinas, interminables retahílas de mentiras y acusaciones donde sólo se busca derribar al contrario y conseguir votos, pero donde nadie habla de hacer política, de mejorar la situación de los ciudadanos, de propuestas, reformas o soluciones.

Todos los políticos, sean del partido que sean, se desdicen y contradicen a pesar de las múltiples evidencias que hoy en día quedan grabadas; todos se apuntan a las últimas modas y tendencias populistas en busca de simpatías, de sumar votos basados en la ignorancia y la información manipulada. A todos se les ve el plumero en algún momento y les da igual, no les importa lo más mínimo porque consideran a los ciudadanos como simples borregos que se mantendrán fieles a su equipo pase lo que pase.

Y aquellos con pensamiento más crítico, por supuesto, acabarán tirando la toalla y decidiendo que nadie vale la pena. He oído muchas veces que hay que votar; aunque sea en blanco, pero votar. Nunca he estado del todo de acuerdo. El voto en blanco o voto nulo es una muestra de conformidad con el sistema pero una falta de convicción por ninguna de las opciones. Pero la abstención también es una opción, un voto en contra del sistema tal y como está organizado, una voz silenciosa que dice “así no”, que proclama que si éste va a ser el juego, que conmigo no cuenten.

Hay quien dice que no votar supone renunciar a tus derechos como ciudadano, que no te importa el resultado y por tanto no tendrás derecho a quejarte. ¿Dirían lo mismo si les diesen a escoger entre dos crueles dictadores? ¿Renuncia a su derecho a quejarse quien tiene la opción de que le corten la mano derecha o la izquierda? Son ejemplos exagerados, por supuesto, pero que buscan hacer evidente que nadie renuncia a sus derechos por no participar en un sistema que le ha sido impuesto.

Está claro que si crece el absentismo acabarán votando sólo los afiliados a los partidos y será el partido con más afiliados quien tome las riendas, pero ¿podría declararse legítimo un gobierno votado por menos del 50% de la población? Es una cuestión sobre la que vale la pena reflexionar, y los políticos harían bien en hacerlo.

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