El cementerio medieval del paseo de la Explanada
El subsuelo del centro histórico de Petrer todavía guarda muchos
secretos que poco a poco descubrimos con las intervenciones
arqueológicas que se realizan previamente a las obras de reforma o a
las nuevas edificaciones que se construyen en este ámbito urbano. De
este modo, van aflorando restos del pasado romano, musulmán y
cristiano del que se deriva la actual trama urbana petrerense.
Este
fue el caso del descubrimiento de la necrópolis bajomedieval o
mudéjar de Petrer, allá por la década de los años ochenta del
siglo pasado en el paseo de la Explanada, que tradicionalmente era
conocido como carretera de Novelda y passeig dels pasos, en alusión
a las estaciones del Vía Crucis que salía de la iglesia parroquial
de san Bartolomé y llegaba a la ermita del santísimo Cristo.
Anteriormente a esas denominaciones, en la documentación escrita
existente en el archivo municipal, se le llamaba a esta zona el
fossar, en clara alusión a una zona de cementerio. Debido al aumento
de la población de Petrer y a la edificación en esta zona de casas
en las últimas décadas del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, el
recuerdo de esta necrópolis se perdió en la memoria colectiva hasta
mucho tiempo después, y no será hasta febrero de 1985 cuando
durante el vaciado del solar del antiguo corral de la Manca para
construir un bloque de viviendas se encuentren restos humanos que
fueron excavados por Concha Navarro y otros componentes del Grupo
Arqueológico Dámaso Navarro, correspondiendo a una mujer de entre
30 y 40 años que fue enterrada boca arriba (decúbito supino), con
una orientación sur-norte y con la cabeza girada hacia el sur y con
una tijera en su costado.
Cuatro años más tarde, durante los
trabajos para la construcción de un nuevo inmueble en el paseo de la
Explanada, concretamente en el solar que ocupaba el cine Gran Cinema,
se realizó otra intervención arqueológica que permitió
identificar seis nuevos individuos, cinco siguiendo el rito de
enterramiento cristiano (boca arriba) y uno enterrado con el rito
musulmán (en posición decúbito lateral derecho, o de lado).
En el
transcurso del vaciado del solar se observaron cómo aparecieron
restos de otros cuatro enterramientos, lo que elevaba la cifra a diez
personas. Tras más de veinte años sin realizarse ninguna excavación
arqueológica en esta zona de Petrer, en 2012 se volvió a intervenir
debido a que la comunidad de vecinos de un edificio quería colocar
un ascensor en el inmueble y ello conllevaba la excavación del hueco
para su maquinaria, unos 4 m2.
En este reducido espacio se
identificaron dos fosas de enterramiento con sendas personas que
estaban excavadas en la base geológica. La primera estaba enterrada
boca arriba, siguiendo el ritual cristiano, y se pudo documentar en
su totalidad, ya que coincidió la caja del ascensor con las
dimensiones de la sepultura, mientras que de la segunda solo se
recuperó parte de la cabeza, aunque se comprobó que también seguía
el ritual cristiano.
La primera persona, la más completa,
correspondía a una mujer, de figura grácil, de entre 18 y 20 años
y de 1,55 m de altura, y atendiendo a la posición de los huesos
sobre todo las extremidades, se ha podido determinar que la difunta
se enterró envuelta en un sudario, y a su vez fue colocada en un
ataúd del que no han quedado restos. La difunta llevaba como adorno
dos pendientes de bronce compuestos por un aro y el pendiente
propiamente dicho con forma de lágrima, que aparecieron durante la
excavación a ambos lados del cráneo. También llevaba una diadema
formada por 32 cuentas de forma romboidal.
Y del otro individuo, a
pesar de haber recuperado solo una veintena de huesos humanos
correspondientes al cráneo y a las vértebras cervicales, como se h
indicado anteriormente, también se pudo saber que se trataba de un
varón, con una edad comprendida entre los 25 y los 30 años, sin que
presentara ningún adorno o ajuar funerario.
Los estudios de los
enterramientos, sus rituales funerarios y sus restos materiales,
desde las excavaciones de la década de los ochenta del siglo XX,
determinaron que estábamos ante el cementerio bajomedieval de
Petrer, concretamente entre los siglos XIV al XVI, con la
particularidad de pertenecer a la comunidad mudéjar, ya que
prácticamente toda la población era musulmana y conservaba su
religión, costumbres y propiedades a cambio del pago de impuestos al
señor cristiano de la villa, hasta que les obligaron a convertirse
al cristianismo y entonces pasaron a considerarse como cristianos
nuevos o moriscos.
Con todo, a la vista de los restos humanos
recuperados, esta población enterró mayoritariamente a sus difuntos
siguiendo el rito cristiano, en posición decúbito supino, con la
misma orientación, y en ocasiones, tal vez por reminiscencias
islámicas, con la cabeza girada al sur buscando La Meca, hasta
comienzos del siglo XVII, concretamente 1609, año de la expulsión
de los moriscos.
Esto se debe a que posiblemente ya fueran moriscos
tras la conversión forzosa y en masa que se produjo de la población
mudéjar en el Reino de Valencia en el transcurso de la guerra de las
Germanías (1520-1522). Los datos obtenidos en las intervenciones
arqueológicas llevadas a cabo en 1985, 1989 y 2012, nos permitieron,
en primer lugar, identificar la necrópolis del Petrer mudéjar y
morisco, ya que hasta esa fecha solo se conocían, y apenas por
escasas referencias e informaciones, los cementerios musulmanes
existentes bajo el colegio La Foia y en el Derrocat (al construir el
edificio Maracaibo se encontraron restos óseos).
De este modo, paso
a paso, vamos construyendo el rico e interesante rompecabezas que
supone el pasado de Petrer.
PARA SABER MÁS
Hay varias referencias bibliográficas que nos
informan de los restos recuperados en el cementerio de la Explanada
como son los artículos de Concha Navarro en la revista Festa de 1985
y 1989, así como su artículo “La vila de Petrer: de la conquista
cristiana a l’expulsió dels moriscos” en el libro de 2005 Vida i
mort a Petrer, editado por el Ayuntamiento.
Por último, en 2013 se
publicó nuevamente en la revista Festa un artículo de José David
Busquier y Fernando E. Tendero donde daban a conocer la excavación
del enterramiento cuyo cráneo tiene marcas de haber llevado una
diadema y que puede verse en las salas del Museo Dámaso Navarro.