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viernes, 3, mayo, 2024
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Juventud, divino tesoro

Juventud, divino tesoro

Por: Mari Carmen Rico Navarro Cronista oficial de la Vila de Petrer

Cómo ha cambiado la juventud, esta frase que hemos oído tantas veces a nuestros mayores, es hoy más verdad que nunca. Y uno de los aspectos en los que más se notan estos cambios es en la forma que tenían de divertirse los jóvenes en las primeras décadas del siglo XX. Las diversiones o juegos de las muchachas adolescentes eran muy distintas a las de hoy día y una de ellas era la de contar novios.

Las chicas iban por las calles contando las parejas que estaban festeando a las puertas de las casas. También se dedicaban en sus ratos de ocio a hacer algunas travesuras como tirar sillas aprovechando que todas las puertas de las casas estaban abiertas de par en par o entornadas. Las chicas se acercaban sigilosamente a la entrada tiraban la silla y salían corriendo para no ser vistas por los dueños de la casa.

Otra costumbre muy extendida entre los jóvenes era ir a comprar altramuces y guijas a la era de Pebrella y albaricoques verdes, lechugas y otros frutos a lo que más tarde se conocería como el hort del Xambiter que ocupaba el espacio que en la actualidad es el parque 9 d’octubre y que por aquella época era propiedad de Julio Medina. Por la Explanada y por las inmediaciones de este huerto paseaban las personas mayores y las parejas que eran ya novios formales.

En las tardes de verano acudían a las mesas de los casinos de la plaça de Dalt a tomar helados y refrescos. A finales de los años 20 del pasado siglo los jóvenes paseaban dando la vuelta a lo que entonces era el centro del pueblo. Salían o bien de la plaça de Dalt o de la de Baix y durante el paseo se encontraban con las amigas y amigos. Tanto los chicos como las chicas procuraban y hacían todo lo posible para cruzarse durante el recorrido con sus vistazos con el fin de poder conversar.

Solían pasear desde la plaza de Dalt o de Baix por la calle Sagasta (hoy Gabriel Brotons), San Vicente, actual calle José Perseguer, Cánovas del Castillo y de ahí hasta dichas plazas. Los chicos jóvenes que podríamos calificar de niños bien salían de paseo con un sombrero de paja conocido por el nombre de ricardito y con una especie de bastón que recibía el nombre de bengaleta. Estos elementos eran propios de los chicos más presumidos.

En el cine Cervantes y en el Gran Cinema hacían cine y baile los domingos y los días festivos. Al baile subían muchos mozos de Elda que eran amigos de las chicas de Petrer, aunque a veces eran recibidos con cara de pocos amigos por los chicos de Petrer. Pero llegó la Guerra Civil y la maldita guerra marcó la juventud de muchos petrerenses. En este sentido, mozos que por esos años empezaban a vivir, a tener ilusiones, e incluso a presumir, vieron truncada su juventud al estallar el conflicto bélico. La guerra causó una profunda herida en todos estos jóvenes, fueran cuáles fueran sus ideales.

Los chicos empezaron a marchar al frente. En un principio se fueron muchos voluntarios por el carácter revolucionario en favor de defensa de la República y en contra del alzamiento militar. Estos muchachos estaban impregnados de un fuerte romanticismo, se creían héroes y muchos marcharon del pueblo para no volver. Pero pronto el Estado fue el que empezó a reclutar a través de las quintas, puesto que el alzamiento había degenerado en una cruenta Guerra Civil.

Las chicas jóvenes paseaban un tanto tristes y aburridas por la situación bélica. La guerra había acabado con la vida de muchos amigos y en el pueblo no quedaban apenas chicos. Tras la postguerra la juventud tuvo que reinventarse y acostumbrarse a la nueva situación y a mediados de los 60 se creó el Club de la Juventud, también la OJE, movimientos muy potentes que aglutinaron y dieron empuje a los jóvenes durante esos años, pero estos serán motivo de nuevas crónicas…

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