Juventud, divino tesoro
Por: Mari Carmen Rico Navarro Cronista oficial de la Vila de
Petrer
Cómo ha cambiado la juventud, esta frase que hemos oído tantas
veces a nuestros mayores, es hoy más verdad que nunca. Y uno de los
aspectos en los que más se notan estos cambios es en la forma que
tenían de divertirse los jóvenes en las primeras décadas del siglo
XX. Las diversiones o juegos de las muchachas adolescentes eran muy
distintas a las de hoy día y una de ellas era la de contar novios.
Las chicas iban por las calles contando las parejas que estaban
festeando a las puertas de las casas. También se dedicaban en sus
ratos de ocio a hacer algunas travesuras como tirar sillas
aprovechando que todas las puertas de las casas estaban abiertas de
par en par o entornadas. Las chicas se acercaban sigilosamente a la
entrada tiraban la silla y salían corriendo para no ser vistas por
los dueños de la casa.
Otra costumbre muy extendida entre los
jóvenes era ir a comprar altramuces y guijas a la era de Pebrella y
albaricoques verdes, lechugas y otros frutos a lo que más tarde se
conocería como el hort del Xambiter que ocupaba el espacio que en la
actualidad es el parque 9 d’octubre y que por aquella época era
propiedad de Julio Medina. Por la Explanada y por las inmediaciones
de este huerto paseaban las personas mayores y las parejas que eran
ya novios formales.
En las tardes de verano acudían a las mesas de
los casinos de la plaça de Dalt a tomar helados y refrescos. A
finales de los años 20 del pasado siglo los jóvenes paseaban dando
la vuelta a lo que entonces era el centro del pueblo. Salían o bien
de la plaça de Dalt o de la de Baix y durante el paseo se
encontraban con las amigas y amigos. Tanto los chicos como las chicas
procuraban y hacían todo lo posible para cruzarse durante el
recorrido con sus vistazos con el fin de poder conversar.
Solían
pasear desde la plaza de Dalt o de Baix por la calle Sagasta (hoy
Gabriel Brotons), San Vicente, actual calle José Perseguer, Cánovas
del Castillo y de ahí hasta dichas plazas. Los chicos jóvenes que
podríamos calificar de niños bien salían de paseo con un sombrero
de paja conocido por el nombre de ricardito y con una especie de
bastón que recibía el nombre de bengaleta. Estos elementos eran
propios de los chicos más presumidos.
En el cine Cervantes y en el
Gran Cinema hacían cine y baile los domingos y los días festivos.
Al baile subían muchos mozos de Elda que eran amigos de las chicas
de Petrer, aunque a veces eran recibidos con cara de pocos amigos por
los chicos de Petrer. Pero llegó la Guerra Civil y la maldita guerra
marcó la juventud de muchos petrerenses. En este sentido, mozos que
por esos años empezaban a vivir, a tener ilusiones, e incluso a
presumir, vieron truncada su juventud al estallar el conflicto
bélico. La guerra causó una profunda herida en todos estos jóvenes,
fueran cuáles fueran sus ideales.
Los chicos empezaron a marchar al
frente. En un principio se fueron muchos voluntarios por el carácter
revolucionario en favor de defensa de la República y en contra del
alzamiento militar. Estos muchachos estaban impregnados de un fuerte
romanticismo, se creían héroes y muchos marcharon del pueblo para
no volver. Pero pronto el Estado fue el que empezó a reclutar a
través de las quintas, puesto que el alzamiento había degenerado en
una cruenta Guerra Civil.
Las chicas jóvenes paseaban un tanto
tristes y aburridas por la situación bélica. La guerra había
acabado con la vida de muchos amigos y en el pueblo no quedaban
apenas chicos. Tras la postguerra la juventud tuvo que reinventarse y
acostumbrarse a la nueva situación y a mediados de los 60 se creó
el Club de la Juventud, también la OJE, movimientos muy potentes que
aglutinaron y dieron empuje a los jóvenes durante esos años, pero
estos serán motivo de nuevas crónicas…