Madre Patria…
Por: Boni Navarro Poveda
No se ha borrado de mi memoria, cuando de niño, durante días de
tormenta, mi madre, al calor del brasero, me contaba historias y
cuentos. Recuerdo que en repetidas ocasiones le oí decir: “cuando
estés en la mili haciendo guardia, no deberás de distraer tu
atención y cuando yo vaya a verte no has de dirigirme palabra”.
Debía ser muy importante, pensaba yo, ser vigía de la patria…
“cuando veas que me acerco a ti no debes hablarme y disimular que
me conoces. Disfrutaré solo con verte con tu uniforma de gala”
Pasaron los años y nunca sabré si para bien o Para mal nunca vestí
y me quedé sin el soñado traje de gala. Lo supe cuando recibí una
carta decía, con firma y cuño oficial que no era útil por la
miopía que sufría para hacer guardias. Sin embargo, mis amigos,
Dámaso, Antonio… si vistieron el uniforme, otros como Santiago y
Juan, por excedente de cupo se libraron. A estos últimos la carta
oficial no era como la mía, la que les llegó decía que sobraban.
Tuvieron suerte, decían, de quedarse en casa y hacer guardias.
Qué
cosas tienen las Fuerzas Armados, unas veces los que están sobran y
otras, soldados con ganas de defender la patria… faltan. Lo cierto
era que cuando tuve edad de ir a la mili ya no pensaba lo mismo, no
me importaba tener “mala reputación” y la música militar ya no
me levantaba de la cama como cuando era niño. Hace ya muchos años,
en las fiestas de la Virgen, de buena mañana, la música de una
banda de soldados nos avisaba que había nacido un día señalado y
que había que levantarse, estrenar ropa, ir a misa, a la mascletá
de cohetes y después a comer fasegures con caldo y pan.
A los niños
del pueblo nos gustaba la música de la banda y en los pasacalles
les solíamos acompañar. Cuando cumplimos más años, la cosa cambió
y la atracción que sentíamos por el cuartel, la música y las
guardias se desvaneció. Yo creo que la culpa la tuvo el escuchar lo
que contaban nuestros amigos cuando de permiso volvían al pueblo o
se licenciaban. Se lamentaban del año perdido haciendo el servicio
militar, de la interrupción de sus estudios o de en su ausencia
haber perdido el puesto de trabajo.
Reprochaban que los oficiales
tuvieran una existencia ociosa pasando el tiempo tomando gin-tonics y
ordenando, muchas veces, a los reclutas ir a sus domicilios a
realizar tareas de albañilería, fontanería, de hacer recados o de
taxistas. Y eso, pienso yo, no es servir a la Patria sino servirse de
ella. Muchos de esos militares, hoy por suerte jubilados, estuvieron
al lado de Franco y fueron responsables de que miles de españoles
murieran en la guerra, en la cárcel o al exilio.
La Organización de
las Naciones Unidas, ONU hasta muchos años después de acabar la
guerra no aceptó la entrada de España porque los nazis y fascistas
que provocaron la II Guerra Mundial Hitler y Mussolini había apoyado
con armas y soldados el golpe de estado contra el Gobierno de la
República y no respetaban los Derechos Humanos aquí. Contaba mí
madre que la mayoría de los españoles pasaron mucha hambre cuando
terminó la guerra, mientras el Gobierno, los mandos del ejército
y a los que tenían dinero, no les faltaba de nada.
Con el paso del
tiempo, hemos sabido que algunos de los Generales que asesoraban a
Franco, percibieron, de países extranjeros de bajo manga, cuantiosas
dádivas y dinero a cambio de persuadir al Dictador en su toma de
decisiones. Y digo yo, ¿por qué, años más tarde, los militares
no se opusieron a la instalación de bases militares norteamericanas
en España y negaron el peligro de contaminación nuclear, cuando
una bomba atómica, por accidente cayó en una playa de Almería?
¿Tampoco entiendo por qué cuando murió Franco el nuevo Gobierno
con el Rey a la cabeza y los militares abandonaron tan
precipitadamente a los habitantes de la provincia española del
Sáhara dejándolos a su suerte y a los pies de Marruecos?
Yo creo
que muerto el Caudillo en 1975 “guía espiritual de occidente”,
los altos mandos del ejército se fueron acomodando, algunos a su
pesar, a la nueva situación democrática. La negra historia que les
perseguía les convirtió en el blanco preferido del terrorismo de
ETA. Hoy vencida y derrotado. También en aquel proceso hubo
militares que pagaron con cárcel y la expulsión del ejército su
decidido apoyo a la nueva etapa. Me refiero a la Unión Militar
Democrática, UMDE. Todavía hoy me pregunto, porque no les dejaron
reintegrase con todos los derechos a las Fuerzas Armadas. T
ambién
hubo otros que no acataron la Constitución y en pocos años, se
rebelaron contra el Gobierno y con las metralletas tanques tomaron
con violencia el Congreso y todos los Diputados. Cuarenta años
después de todo aquello, todos creíamos que el ejército se había
modernizado, que se había convertido en un ejército profesional,
garante de la Constitución y la Democracia y bien preparado para
desempeñar en todo el planeta misiones de paz.
Qué extraño resulta
ahora, al ver que militares jubilados, que hasta hace bien poco
mandaban batallones y divisiones del ejército de nuestro país,
declarar estar dispuestos a matar a media España para “salvarnos”
de no sé qué. Llevar a cabo sus amenazas sería volver a la
barbarie, sería un genocidio, volver a una lucha fratricida y
matarnos unos y otros otra vez. Estoy seguro que la mayoría del
ejército no está del lado de esta banda de nostálgicos del
franquismo y que la justicia sabrá llevar a estos matones a la
cárcel por incitar al odio y la guerra también.
No quiero ser
ingenuo, pero la verdad, me gustaría que hubiera un ejército que
llevara la música las calles, que a media mañana diera conciertos,
que dejara en paz a los artistas, tuiteros y titiriteros y que fueran
garantes de la Constitución, pero sobre todo, que estuviera siempre
dispuesto para ayudar a la gente en los incendios o en las grandes
catástrofes de dentro y fuera de nuestras fronteras y, por qué no,
que las madres pudieran abrazar a sus hijos aunque estén de guardia
en la puerta del cuartel.