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domingo, 19, mayo, 2024

Las ermitas de Petrer

Aunque hoy en día, tan sólo tres han logrado superar el paso de los años, con alguna que otra restauración, Petrer llegó a tener un total de siete ermitas, dos de ellas ubicadas en el casco antiguo. Las otras se levantaron o habilitaron en distintas partidas rurales del amplio término municipal de nuestra localidad

Cuando hablamos de las ermitas de Petrer, rápidamente, nos viene a la cabeza los dos pequeños templos que, junto con el castillo fortaleza, presiden el Valle del Vinalopó, uno de ellos dedicado al Santísimo Cristo de la Sangre del Monte Calvario y el otro a San Bonifacio, Mártir.
Más de uno también piensa en la ermita de Catí donde se guarda culto a la Inmaculada Concepción.
Pero, nuestra localidad ha contado con, al menos, cuatro ermitas más que al igual que la de Catí, se levantaron en diferentes partidas rurales y de las que, lamentablemente, de la mayoría de ellas no encontramos ni un solo rastro.
En la partida rural de Les Pedreres se levantaba una ermita en las inmediaciones del Caserío del Chorrillo, junto al Camino de Caprala, en la que se daba culto a Santa Teresa de Jesús. Una ermita de la que no queda ni una sola señal material de ella aunque sí constancia documental, no gráfica, es decir, ni una ilustración, ni tan siquiera un dibujo. Una pequeña capilla sencilla y aseada, construida por los vecinos del caserío, con toda probabilidad, entre los siglos XVII y XVIII, que cumplía una doble función, religiosa y social. Religiosa porque los labradores del caserío, muy alejado del pueblo, se acercaban a ese pequeño templo a realizar sus plegarias, entre ellas, rogar por una buena cosecha, implorar lluvias en tiempos de sequía o alejar cualquier plaga, y social porque, cada domingo, se convertía en el punto de encuentro de los lugareños, organizándose bailes y reuniones en sus alrededores.
Otra partida rural que contó, en su día, con una ermita fue Puça, más concretamente, en la Casa de la Capellanía, propiedad del padre de Luis Poveda, apodado como el “Capellà de Monis”. Esta capilla, que fue construida, parece ser, que en torno a 1580, unas décadas antes de la expulsión de los moriscos, estuvo dedicada a San Vicente Ferrer, Patrón de la Comunidad Valenciana, y fue remodelada en varias ocasiones aunque, al igual que la del Caserío del Chorillo, no queda ni una muestra de su existencia.
El Marquesado de Noguera, ubicado en la partida rural de Santa Bárbara, contaba con una pequeña ermita en honor a la Patrona de los Artilleros y Mineros y Protectora contra los Rayos y Tormentas. Ese pequeño templo dedicado a Santa Bárbara se encontraba junto a la Casa Señorial de los Condes de Elda, cuidada por un ermitaño y atendida por los campesinos del lugar. No obstante, parece ser que, con el paso del tiempo y debido a las remodelaciones y ampliaciones que sufrió la Casa del Marquesado de Noguera, la ermita pasó a formar parte del Caserón, convirtiéndose en una dependencia más del inmueble.
De este espacio de culto, lamentablemente, tan solo queda algún detalle de una de sus paredes, tras el abandono y dejadez a la que fue sometida esa ermita que llegó a ser utilizada como bodega y almacén de los enseres de labranza.
Otra de las ermitas que se levantó en una de las partidas rurales del término municipal de Petrer fue bajo la advocación de la Señora del Rosario, en Rabossa, que no sobrevivió muchos años, pero que se tiene constancia de ella por unas notas del canónigo Josep Montesinos.
No obstante, a principios del pasado siglo se construyó otra sencilla ermita con una nave con altar al fondo, fachada lisa y en la parte superior la tradicional espadaña con una campaña que se encontraba adosada a la Casa de Doña Pepita.
Cuando el Centro Excursionista Eldense adquirió ese inmueble, la pequeña capilla estaba integrada en la vivienda, desapareciendo al ser reformada la casa por parte de esa entidad deportiva. En compensación a esa desaparición, el CEE levantó al aire libre una capilla, a unos 50 metros de la casa, con aire montañero, construida con troncos y como altar una rústica piedra de molino.
De las cinco ermitas que contaba Petrer fuera del casco urbano, a finales del siglo XVII, cuando la población de nuestra villa no llegaba a los 2.000 habitantes, sólo ha resistido al paso del tiempo la que se encuentra en Catí dedicada a la Purísima Concepción y que fue restaurada en 1991.
Una ermita de una sola nave, sacristía y refugio de acceso exterior, con muros, pilastras y contrafuertes de mampostería, bóveda de cañón de ladrillo y mampostería sobre arcos fajones rebajados y cubrimiento a dos aguas de teja curva.
Ya en el centro urbano de Petrer, en lo alto del casco antiguo, encontramos la ermita del Santísimo Cristo de la Sangre del Monte Calvario que se levantó en 1674. En un primer momento era de una sola nave pero, tras ser reedificada durante el siglo XVIII, se estableció una estructura de planta de cruz latina con nave central, capillas laterales y una cúpula central de media naranja.
En actuaciones posteriores, se dotó a este ermita de sacristía, de una escalinata para acceder a ella y de una plazoleta, entre otras mejoras.
Una ermita que fue destrozada al igual que la talla del Santísimo Cristo de la Sangre durante la Guerra Civil pero que fue restaurada nada más finalizar la contienda bélica, gracias a la generosidad de un petrerense anónimo, lo que permitió que, cuando llegó julio de 1940, Petrer pudiese celebrar las Fiestas en honor al Cristo de la Sangre.
A los pies de ese pequeño templo, se encuentra la ermita de San Bonifacio, Mártir, Patrón de Petrer. La primitiva ermita se construyó en 1634, siendo sus dimensiones muy reducidas por lo que casi un siglo después, a principios de 1730, se amplió y, años más tarde, alrededor de 1750, se construyó el actual templo.
Con una fachada pentagonal, tres pares de pilares, contrafuertes y arcos fajones dividen su nave rectangular en cuatro tramos. En los dos primeros, encontramos las capillas laterales; el tercero es el crucero con cúpula central sobre pechinas y acceso por el lateral derecho a la zona de coro mientras que el cuarto es el presbiterio, algo más elevado al contar con tres escalones, testero en ábside y se cubre con bóveda de horno, levantándose en el centro un templete con la imagen de San Bonifacio, Mártir.

BIBLIOGRAFÍA:
•manuserran.com
•“La ermita del Chorrillo, en busca del oratorio”, Juan Antonio Martí Cebrián, revista “Festa 2002”
•“Las siete ermitas”, Concha Romero, “Petrer Mensual”

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