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jueves, 2, mayo, 2024
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“El Chato”, un gran aficionado al mundo taurino

Su afición al mundo del toro le viene desde niño aunque José Antonio Auñón López, “El Chato”, no sabe muy bien porqué. Quizás sea, porque cuando todavía no levantaba ni dos palmos del suelo, acompañaba a un familiar suyo a las novilladas que se celebraban en la Plaza de Toros de Elda

Se emociona cuando habla de la cultura y arte taurino, de su afición a lo que siempre se ha denominado la “Fiesta Nacional” y aunque ya no acude a la plaza como hasta hace unos años, la pasión por todo lo que rodea a los toros sigue siendo la misma.

Desconoce el porqué nació esa afición cuando era tan solo un niño pero sí recuerda que con tan solo 14 años iba a la Plaza de Toros de Elda cuando organizaban alguna novillada que, en aquella época, era bastante frecuente, más de una veintena por temporada.

Eran años que en los que deportes que hoy en día arrastran a mucho público, como el fútbol o el tenis, no eran tan mayoritarios. Era una época en la que los toros estaban en auge y había mucha afición taurina.

Por esas casualidades de la vida, cuando tenía alrededor de 18 años, a través de su primo Justo Selva, conoció a “Pedrés II”, un eldense que llegó a torear y vestirse de luces. Entre ambos se forjó una gran amistad que acrecentó la afición de “El Chato” a los toros.

En esos años de juventud, era frecuente verlo cada vez que soltaban las vacas en la Plaza de Toros de Monóvar y en las tertulias taurinas que también eran muy frecuentes en la vecina población que contaba con un movimiento de jóvenes eldenses que querían ser toreros.

Aunque alguna vez se le pasó por la cabeza enfocar su vida profesional al mundo taurino, lo cierto que pronto lo descartó porque, como él mismo reconoce, no tenía la valentía suficiente para ponerse delante de toro.

No obstante, en más de una ocasión ha cogido un capote como cuando con “Pedrés II” y otros amigos de su cuadrilla, en la Pinada de Villaplana, se juntaban para “jugar” a los toros.

Pero esa afición taurina desapareció un par de años antes de marcharse a hacer el Servicio Militar y conocer a la que hoy es su mujer, Fini.

Sin embargo, por otra de esas casualidades de la vida, empieza a trabajar en la fábrica de Agustín Coloma de Elda y coincidió allí con “El Pinteño” que era un entusiasta de los toros y la afición volvió a resurgir en “El Chato”.

A partir de ahí, dejó las novilladas a un lado y empezó a desplazarse a distintas ciudades como Albacete, Valencia y Alicante para disfrutar de auténticas corridas de toros.

Fue en ese momento cuando “El Chato” también se aficionó a fotografiarse con los grandes maestros taurinos. Unas fotografías que son las grandes protagonistas del “pequeño museo” que ha montado en el salón-comedor de su casa de campo.

Hay que decir que se ha fotografiado con los más destacados toreros de estas últimas décadas. Entre esas fotografías, todas ellas firmadas, encontramos a Ortega Cano, Enrique Ponce, Manuel Díaz “El Cordobés”, Luis Francisco Esplá, José Tomás, José Mari Manzanares, hijo, Paco Ojeda, Espartaco, Dámaso González y Jesulín de Ubrique. Y, por supuesto, no faltan las fotos con los que considera de los mejores toreros que él ha podido ver lidiar en una plaza de toros y que destacan por ser toreros con arte: Curro Romero y José María Manzanares, padre.

Como petrerense y gran aficionado al mundo taurino, en este “pequeño museo”, encontramos varias instantáneas de “El Chato” con el único torero de Petrer que ha destacado y ha formado parte de grandes carteles como es Francisco José Palazón con el que mantiene una buena amistad.

Más de una tarde, allí sentado en un sillón, recuerda sus vivencias y experiencias de las muchas tardes taurinas que ha disfrutado, en muchas ocasiones solo, y en otras, acompañado, además de decenas y decenas de fotos, encontramos algún que otro capote, varias banderillas y distintos carteles de corridas de toros de las que él fue testigo.

Y, como el mismo reconoce, detrás de cada fotografía hay una historia vivida que le gusta recordar cuando habla de su gran afición taurina.

Unas instantáneas, algunas en blanco y negro y otras en color, que guarda como “oro en paño” y que para conseguirlas, en más de un coso taurino, tuvo que recurrir a ciertas artimañas para lograr que algún fotógrafo profesional le fotografiase junto al menos a uno de los toreros del cartel de esa tarde.

De las cientos de corridas a las que ha asistido, hay una que tiene grabada. En concreto, fue la faena de Manzanares, padre, en la que se enfrentó y mató seis toros, en la Plaza de Alicante, y como era muy aficionado al flamenco fue un grupo de gitanos flamencos los que le alegraron la tarde y no una banda como es habitual. Es de esas corridas que asegura que no ha olvidado y que nunca olvidará porque el torero alicantino estuvo brillante y arrollador.

Son muchos los recuerdos y las anécdotas que “El Chato” tiene grabadas en su memoria y que le gusta rememorar y compartir. Ahora ya no va a las plazas de toros de tan frecuente como hace una década pero la televisión le permite mantener viva esa afición taurina.

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