Aunque María siempre había sido guapa, hoy se sentía radiante. Por fin le habían dado fecha para la operación, para el momento en que Mario desaparecería definitivamente de su vida.
Ya no tendría que poner excusas para no ir a la playa o a la piscina, se podría poner esos vaqueros tan ajustados que tenía en el armario deseando poder estrenarlos.
Sería lo que siempre había debido ser, lo que era y lo que sentía: una mujer. Se veía un poco estafada por la vida. No entendía por qué a otras se les daba todo hecho desde el nacimiento, y sin embargo, ella lo había tenido que lograr a base de esfuerzo, sufrimiento y mucho dinero.
Pero bueno, ahora todo eso acababa y quería disfrutar del día. Había quedado con unas amigas para salir de fiesta y celebrarlo (al menos ella; del resto, pocos conocían su condición).
Todos se quedaron asombrados al verla llegar con esa aura de pura felicidad, ella que siempre llevaba cierto aire triste prendido en la mirada. La veían diferente, y sin lugar a dudas, la diferencia era muy, muy sexi.
Mari Cruz Pérez Ycardo
