Carlos Gutiérrez Molines
Mi madre toca el piano. Siempre la escuché tocar en casa, desde muy pequeño, me fascinaba.
Un día me enseñó las notas, señalándomelas en el teclado.
Comenzó con el Do, haciéndome ver que estaba situado en la tecla blanca, antes de dos negras que había siguiendo al Do, divididas por otra blanca entre ellas. La tecla del Re. Me mostró que en el piano hay unas siete octavas con siete notas que son las teclas blancas, el Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si y empieza de nuevo el Do. Que aumentan en un tono de una a otra excepto del Mi al Fa y del Si al Do que hay un semitono y luego negras, con las que se tocan las notas sostenidas o bemoles.
Me gustó la nota Mi, más que ninguna. Parecía ser la mía, mi música, mi madre, mi piano… mía, muy mía, y sentado al piano la tocaba sin parar.
Poco a poco fui aprendiendo música, Mi música, procesando cariño a la nota Mi, la mía. A veces bemol y a veces sostenida, como yo mismo en mis horas altas o bajas. Ella fue la que hizo de la música mi mayor afición.
