Por: Juan Manuel Martínez Albert
Acabamos de pasar la celebración de unas fiestas insuperables que van más allá del simple divertimento de quienes participan en ellas, como actores o como irrenunciables espectadores de su grandeza. La fiesta constituye una parte inseparable de nuestra identidad, hayamos nacido o no aquí.
Tras ellas, un nuevo reto ciudadano nos convoca a manifestar nuestra preferencia por el modelo de ciudad que queremos para nosotros y nuestros hijos y nietos. Las elecciones locales nos permiten elegir a quienes van a contribuir con sus ideas, su trabajo, y sus esfuerzos consensuados y compartidos, a favorecer nuestra vida cotidiana y nuestra apuesta por un futuro de progreso y estabilidad económica, así como de fraternal convivencia, donde podamos establecer nuestra deseada forma de vida en responsable libertad, no como en los regímenes totalitarios que algunos sufrimos, por nuestra edad, en nuestra juventud y primera madurez.
Así pues, seamos conscientes que no es un juego de muñecos/as o de cromos, en donde escogemos al más simpático (hombre o mujer, todos y todas) sino que es un juego en donde elegimos aquel proyecto que consideramos más acorde con el camino a recorrer para que nos lleve a la pretendida meta de convivencia y bienestar social.
A tal efecto, el responsable voto secreto se convierte en un instrumento de consolidación o de revocación de una trayectoria precedente que valoramos a la hora de depositar nuestra papeleta. No descubro nada nuevo con ello, pero sí quiero significar que el mismo conlleva una carga de responsabilidad que no debe ser ejercida como desahogo de un enfado o de una frustración momentánea o circunstancial.
Así pues, antes de emitir el sufragio, invito a una ligera reflexión sobre nuestro colectivo vecinal de este pueblo llamado Petrer en el que nos sentimos orgullosos de vivir, tener nuestros hijos y asentar nuestro proyecto de vida. Y nos sentimos orgullosos porque somos el ejemplo, en muchas facetas, de cómo se puede vivir con la tranquilidad de tener dotaciones de todo tipo de servicios a nuestro alcance, de disponer de unas aportaciones presupuestarias acordes con nuestras posibilidades y recibir como contraprestación aquello que precisamos para hacer acopio de los medios para lograr el tan manoseado escenario de nuestra felicidad.
Suelo moverme en ámbitos políticos, sociales y vecinales de los pueblos cercanos de la comarca. La sensación que recibo es la del reconocimiento de lo bien que se vive en Petrer. De que tenemos una ciudad bien gobernada, sin delirios caprichosos, con un control del gasto presupuestario acorde con nuestras necesidades, gestionada como lo harían unos buenos padres de familia, y de que muchos de mis interlocutores, políticos, sociales, culturales, deportivos, educacionales, sanitarios, etc., dan como certera la valoración de que aquí convivimos en armonía y sencillez amigable, con buenos equipamientos, buenas comunicaciones, cargada de oportunidades y con un entorno medioambiental que es la envidia de los amantes de la Naturaleza.
En resumen, consideran que tenemos una ciudad cuidada en la que vale la pena desarrollar el proyecto vital de cualquier persona de progreso. Es por ello, que evalúan a Petrer como ciudad deseada en la que quisieran llevar a cabo el proyecto vital de cada cual.
Pero, para consolidar y mejorar todo ello, necesitamos darle continuidad a la trayectoria de estos últimos años: educación, seguridad, cultura, atención sociosanitaria, desarrollo sostenible, etc., y que no nos dejemos engañar por falsos espejismos contenidos en las promesas de algunos ilusionistas de falsas esperanzas y que, en definitiva, perseveremos en nuestra ruta hacia la mejora continua de nuestro proceder. Seamos realistas y no trunquemos lo que hasta ahora nos hace ser modelo de progreso y bienestar. Reitero que es nuestra responsabilidad. La de todos y todas. Ejerzamos pues, con realismo y certeza nuestro derecho al voto. Petrer no es ciudad para experimentos. Es Petrer ciudad deseada gracias a una identidad más que reconocible. No la degrademos ni la estropeemos. Votemos en consecuencia.
