Vestigios de la Guerra Civil (II)
El más conocido -y reconocido- vestigio fue la finca petrerense
de El Poblet -la denominada Posición Yuste- que albergó al último
gobierno de la II República. Con anterioridad y durante un tiempo
sus instalaciones se reconvirtieron en una colonia escolar y en
hospital de campaña. Ultimamente y durante ya demasiados años, un
grupo de ciudadanos, con el apoyo de diversas instituciones, intenta
que la finca de propiedad privada se abra al público y finalmente
revierta en el municipio o en otro estamento oficial. El paso previo
es su declaración como Bien de Interés Cultural. El historiador
Bonifacio Navarro tiene mucho que ver en ello.
Nada queda de Villa
Lolita, una finca y un chalet que albergó durante algún tiempo
importantes políticos de la República antes de que partieran al
exilio. Concretamente, el inmueble y la zona de recreo que lo
rodeaban estaban situados entre el final de la avenida del
Mediterráneo y la denominada carretera de Novelda, en lo que hoy es
el supermercado Aldi. En aquellos años de conflicto el
anticlericalismo fue una constante como consecuencia del
posicionamiento de la religión católica a favor de los rebeldes. El
interior del edificio de la iglesia de San Bartolomé fue quemado y,
posteriormente, sirvió de almacén de utensilios y maquinaria de
calzado así como de esporádica prisión.
Las ermitas de San
Bonifacio y el Cristo no fueron víctimas de las llamas, pero sus
reliquias y símbolos fueron pasto de sendas hogueras en el exterior.
Aunque nada tiene que ver con los vestigios de la guerra entre
españoles, una vez terminada, el gobierno vencedor inundó de
represalias y símbolos cada uno de los pueblos de España. En
Petrer, como en otros municipios, se levantó la denominada Cruz de
los Caídos que recordaba solamente a los del bando vencedor. El
monumento fue trasladado a las puertas del cementerio local con una
nueva inscripción que hacía referencia a todas las víctimas de la
contienda.
Años después un fuerte viento lo derrumbó y los restos
de los grandes sillares de piedra siguen esparcidos en el mismo
lugar. El cine de verano situado en la Explanada se reconvirtió en
cárcel preventiva. Una parte del cementerio se habilitó también
como paredón de fusilamiento para muchos petrerenses condenados por
sus ideales republicanos que, posteriormente, fueron enterrados
aparte en un pequeño recinto junto al camposanto o en la Fosa
Común.
No existe ni una sola calle en todo el casco urbano que lleve
el nombre de ningún ejecutado afín a la República mientras los del
bando ganador siguen teniendo el nombre de algunas vías ubicadas en
el denominado centro tradicional. Una lápida situada a la entrada
del templo parroquial de San Bartolomé solamente recuerda a los
“Caídos por Dios y por España”. La antítesis de la
reconciliación entre españoles. El símbolo del Yugo y las Flechas
todavía “luce” en la fachada de muchas casas petrerenses que
fueron construidas por el Instituto Nacional de la Vivienda.