Calle San Antonio, carrer Sant Antoni: un espacio urbano con mucha historia
Por: Ismael Carratalá Ibáñez y Fernando Tendero
La explanada de la ermita de San Bonifacio se iluminará este
viernes por el fuego y la tradición de la foguera de Sant Antoni, un
santo cuya escultura, desde su pequeña hornacina, otea la calle que
lleva su nombre y en la que vamos a adentrarnos para conocer algo más
de su historia.
La ubicación de la calle la debemos buscar en la
parte central del centro histórico tradicional, siendo la vía que
conecta las calles que la rodean como Castelar, Agost, Cantererías,
Independencia, La Foia y la plaza de La Foia. Sabemos que esta zona
del centro no es la más antigua de nuestra población, ya que esta
circunstancia le corresponde al cerro del castillo, donde se
documentó un pequeño asentamiento prehistórico, y la zona de la
plaza de Baix, con las evidencias romanas que todos conocemos.
Con
todo, sí que sabemos que bajo los inmuebles de esta calle se han
localizado restos medievales del periodo islámico de Bitrir
correspondientes a viviendas y a un cementerio o maqbara. Con el
tiempo estos restos se fueron enterrando y ya en el periodo
contemporáneo fue cuando se construyeron las viviendas que formaron
el trazado urbano que conservamos.
En este mismo momento, al menos
desde comienzos del siglo XIX, se incorporaron a nuestro callejero
diversos nombres de santos y denominaciones de carácter religioso
como, por ejemplo, las calles Santísimo Cristo, Virgen del Remedio,
San Bonifacio, San Rafael, Calvario, y otras más. Es el caso de la
de San Antonio, que hace referencia a San Antonio de Padua, que se le
conoce como patrón de los albañiles, arrieros y trajinantes, además
de abogado de las personas solteras y de los objetos perdidos.
Hoy en
día nombramos a la calle igual que hace doscientos años, cuando se
determinaron estos nombres religiosos, aunque el callejero petrerense
y el de prácticamente todas las villas y ciudades, han ido
evolucionando y cambiando a tenor de los acontecimientos de la
historia.
Así, la calle San Antonio de Padua, no ha tenido siempre
ese nombre, ya que en el año 1931, a inicios de la II República,
durante la sesión plenaria del Ayuntamiento del 9 de septiembre, se
decidió cambiar su nombre por otros que no tuvieran esa connotación
religiosa siguiendo la corriente laicista imperante en ese periodo
histórico.
De este modo, los dos tramos de la calle San Antonio se
llamaron Agost (desde el inmueble número 1 de esta vía hasta la
plaza de la Foia) y Giordano Bruno (desde la calle Castelar hasta el
21). El nombre de Agost se debe a que era la vía de comunicación
tradicional hacia la población vecina, y el de Giordano Bruno es
porque fue un intelectual de la Edad Moderna, con conocimientos
matemáticos, astronómicos y filosóficos, entre otros, a quien la
Santa Inquisición condenó a ser quemado vivo por defender sus ideas
a pesar de ser religioso dominico.
Tras la Guerra Civil se volvió a
cambiar el nombre de la calle nuevamente por el de San Antonio
perdurando hasta la actualidad. Volviendo a la figura del santo, en
una hornacina situada en la fachada del número 12 de la calle, en la
confluencia con la calle Agost, se le representa con el hábito de
monje franciscano con un rosario; sostiene al niño Jesús sobre su
brazo izquierdo, mientras que el otro brazo porta un libro y unas
azucenas o lirios que representan la virtud y la pureza del santo.
La
hornacina donde se sitúa el santo es del año 1973, tal y como reza
una placa situada bajo la misma. La imagen fue adquirida en Alicante
por Leandro Jover y Juan Maestre, por petición del vecindario, para
sustituir a otra que se había traído una década antes y que, a su
vez, reemplazaba a otra de mayor antigüedad. Otro elemento
identificativo de la calle fue la existencia de una fuente pública
ubicada en la confluencia con la calle La Foia en la década de los
cuarenta, de la que solo queda en el recuerdo de nuestros mayores de
la zona y por un enlosado en el lugar donde estuvo hasta que fue
retirada en las últimas décadas del siglo XX tras la instalación
del agua potable en las viviendas y el consiguiente desuso de la
misma.
La existencia de esta fuente sería un punto de encuentro del
barrio, sobre todo de vecinas, convirtiéndose en un espacio de
sociabilidad. Por último, esta calle también tuvo su propia verbena
que se celebraba el día de la festividad del santo.
PARA SABER MÁS
La mayoría de los datos de la calle los podemos
encontrar en el libro de la cronista de la villa, Mari Carmen Rico
Navarro, Las calles de Petrer, editado en 2002 y que supone una
referencia fundamental para conocer la historia de esta y todas las
calles de nuestra población.