El Sábado de Gloria y la Alfarería de Petrer
La semana pasada hemos celebrado en el Museo Dámaso Navarro el
Día Internacional de los Museos, un evento anual dedicado a poner en
valor el papel de las instituciones museísticas en el contexto de la
sociedad. Para ello se prepararon varias actividades relacionadas con
el lema elegido por el Comité Internacional de los Museos para el
año 2019 que ha sido “Los museos como eje cultural. El futuro de
las tradiciones”.
Pensando y documentándonos en aquellas
tradiciones que se conservan o en aquellas que no, llegamos a una
centrada durante la Semana Santa y que desapareció en la década de
los años sesenta del siglo pasado que estaba estrechamente vinculada
con la actividad alfarera que se desarrollaba en la villa. Nos
estamos refiriendo a la tradición festivo-religiosa que se realizaba
por la mañana del Sábado de Gloria y que consistía en romper
piezas de alfarería por las calles y en algunas casas, pero no por
travesura o gamberradas, sino que tenía su explicación como ahora
veremos.
En primer lugar hay que decir que la Semana Santa de
mediados del siglo XX era muy distinta a la actual. La Iglesia estaba
presente en todos los aspectos de la vida cotidiana de la población
y estos días eran de recogimiento y silencio ya que Cristo estaba
enterrado. Como recoge la cronista de la villa Mari Carmen Rico en su
libro de alfarería, “se cerraban los cines y los bailes, las
radios emitían música clásica y oír decir a algún mayor la frase
“No cantes que és petat” era muy frecuente por estas fechas”
(Rico, 1996: 183).
Pero este silencio y calma cambiaba radicalmente
el Sábado Santo, Sábado de Gloria o Día de Gloria, pues era cuando
se producía la resurrección de Cristo, concretamente a las 10 de la
mañana, y es cuando el pueblo debía manifestar su alegría y júbilo
haciendo repicar las campanas de la iglesia de San Bartolomé y
sonando las sirenas de las fábricas. En este ambiente las ventanas y
puertas de las casas se abrían de par en par para que entrara a las
casas “la gloria” que ascendía al cielo y era sinónimo de
alegría y gozo. Y en relación con la actividad alfarera de nuestra
villa, unas semanas antes de la Semana Santa los jóvenes iban por
las alfarerías para recoger los botijos y piezas defectuosas para
guardarlas en casa hasta el Sábado Santo.
Del mismo modo, en las
fábricas y en las viviendas, los recipientes cerámicos utilizados
durante todo el año también eran reservados para que ese día, a
partir de las 10 de la mañana, todas estas piezas fueran estampadas
por las calles del centro histórico con gran estruendo y alegría.
Por ello, en el Día Internacional de los Museos de 2019, hemos
recreado esta tradición explicando a los más pequeños que nos
acompañaron el domingo por qué se rompían los botijos en ese día
de Semana Santa y han experimentado, salvando las diferencias de las
épocas, lo que sentían los ñiños y niñas del “Petrel” de la
postguerra.
PARA SABER MÁS:
Podemos tener más información de esta tradición
y todo lo concerniente a la actividad alfarera desarrollada en
nuestra villa leyendo el libro de Mari Carmen Rico Navarro Del barro
al cacharro. La artesanía alfarera de Petrer del año 1996.