18.8 C
Petrel
jueves, 28, marzo, 2024
spot_img

El corazón de Petrer

El corazón de Petrer

Por: Mari Carmen Rico Navarro Cronista oficial de la Villa de Petrer

En esta plaza en la que durante mucho tiempo se celebró el mercado, no es que hayan sucedido grandes acontecimientos, ni esté dotada de un entorno arquitectónico singular, ni siquiera han pasado por allí insignes personajes. Pero para la gente de Petrer es una plaza mágica y hace tiempo tuvo una intensa y bulliciosa actividad donde se fue fraguando la historia de Petrer.

La plaça de Dalt siempre tuvo una vida muy activa y fue el centro comercial de Petrer durante muchos años. Ya en 1849 Pascual Madoz habla de la feria de Petrer. Azorín, en su novela El enfermo (1943), también hace referencia al mercado que se celebraba en la plaça de Dalt y a sus botijos: “En la plaza de Arriba –y en otras plazas comarcales– estos barros amarillos descuellan, puestos en el suelo, entre los montones de rojos pimientos y moradas berenjenas”.

Por otra parte, en el libro de matrícula industrial y de comercio de los años 1867 al 1870, aparecen los siguientes comercios en la entonces conocida como plaza de Salamanca: una abacería (tienda donde se expenden aceites, legumbres, bacalao…) propiedad de la viuda de Trinitario Poveda, una tienda de comestibles regentada por Joaquín Reig Maestre, un horno de pan de Teresa Poveda Beltrá, una tienda de sedas, cintas y guirnaldas propiedad de Doroteo Payá y Ramírez e incluso una fábrica de harinas de Isidoro Verdú y Rico.

El hijo del filántropo y masón Doroteo Payá, Román Payá Soria, heredó la tienda de su padre en el nº 5 de la plaza, donde además de tejidos vendía “paquetería, frutos coloniales, objetos de escritorio, sombreros, escopetas y revolwers”, según reza el anuncio insertado en la Guía General de las provincias de Alicante y Murcia del año 1887. Posiblemente fuera en este lugar donde celebraron sus reuniones los masones pues, tanto el padre como el hijo, pertenecieron a esta sociedad secreta.

Otro comerciante, Joaquín Verdú Panblanquet, primer presidente del Sindicato Agrícola, heredó el horno de pan de su madre Teresa Poveda, en el nº 10 (actual nº 1). Tras emigrar a Brasil, el horno fue adquirido por Juan José Pérez Matamoros, que instaló allí su pastelería, ubicada anteriormente en el nº 4 de esa misma plaza, vivienda que luego adquiriría Juan Bautista Poveda el Sevilet. También estaba la carnicería de Bartolomé Sanjuán Ferrer, el café y horchatería de José Mª García Poveda.

 Jaime Verdú Poveda, padre del célebre jugador de pelota valenciana conocido como Jaume de Petrel, tenía un café el que sería después El Terròs y Antonio Andreu Cabedo una mercería en la que se vendían tejidos, paraguas, botones y un sinfín de productos de la más variada índole. Más tarde la mercería se transformó en fábrica de hormas.

Había otros negocios familiares, como el de Ventura y Pepina la Olivera, que vendían en su casa aceitunas y encurtidos, la carpintería de Ramón Navarro Beltrán, en el nº 11, donde D. Jesús Navarro hacía cajas de madera para zapatos antes de ser cura, la casa de Pascuala, en el nº 15 en la que en su puerta vendía frutas y verduras que cultivaba su hijo, la barbería de els Nanets, en el nº 6, regentada por los hermanos Luis y Quito Corbí, y otra barbería, en el nº 9, atendida por Escalera, cuya hermana, Luisa Poveda, daba clases de cálculo y mecanografía y atendía el servicio local de Telégrafos.

A finales del siglo XIX destacaba en la plaza el hostal de Eliseo Amat el Coixo, el café Central, situado en la parte superior del hostal y junto a la pastelería de Pérez Matamoros, estando regentado por Pedro García Perico Tres i pinta, posteriormente por el tío Martí, luego por el tío Alfonso, que había estado en El Terròs, y, finalmente, por Joaquín Francés Panets, posteriormente se convirtió en el Nacional, de la mano de Constantino Alcaraz y acabó convirtiéndose en vivienda particular.

El otro café, el Industrial, estaba en el actual nº 7 en lo que hoy es la Asociación de Vecinos Miguel Hernández, que se convertiría en 1915 en el café El Terròs, donde se reunían los festeros que reformaron el local, habilitando la planta baja como casino, la primera como oficinas y la segunda como almacén. El Café El Terròs sirvió de embrión para convertirse en la Unión de Labradores y Festejos, predecesora de la actual Unión de Festejos de San Bonifacio Mártir.

Famosas fueron las acaloradas reuniones que en sus salones se mantuvieron, más de un año estuvo la fiesta a punto de no realizarse, pero, como siempre, las aguas volvían a su cauce y todo salía como tenía que salir, porque así lo quería el santo. Arriba de El Terròs tenía su sede el partido Sindicalista, cuyo máximo dirigente a nivel local era Emilio Poveda, el de la librería. En estos cafés se servían habas picantes y buen vino de las innumerables bodegas de la población. El gramófono sonaba a la hora del vermut y había café a buen precio, tal como anunciaban los eslóganes de la época.

Un café que se molía en la misma calle, a la puerta de los establecimientos de las calles adyacentes: la del Mesón (hoy Gabriel Brotons), la de las Cuatro Esquinas (hoy Vicente Amat) o, sobre todo, en la de Prim, donde varios tenderos, entre ellos Dolores Maestre la de Morregales o José Mª Román, realizaban al unísono la citada operación del molido del café impregnando el ambiente con su aroma. Era habitual que los diferentes colectivos locales se reunieran en los cafés de la ciudad, en un tiempo en el que no existían los locales sociales, convirtiendo los cafés, casinos, figones o mesones de la villa en sede propia.

Precisamente en el mismo Terròs también estuvieron reuniéndose durante un tiempo los socios de la recién creada Cooperativa Agrícola, antes de adquirir una vivienda en la calle Gabriel Payá. En este singular y entrañable enclave celebraron conciertos las dos bandas de música que hubo en Petrer por los años 20: la Unión Musical y La Enarmónica. Las dos realizaban sus ensayos en esta plaza aunque la primera accedía al Gran Café por la calle Vicente Amat y la segunda ensayaba en el Café El Terròs.

En 1894 el Ayuntamiento demolió el edificio municipal denominado “pescadería a causa del desplome ocurrido con motivo de las últimas lluvias”. El mencionado establecimiento, destinado a la venta de carnes y pescados, estaba situado en la plaza de Salamanca, esquina con la calle del Mesón (Gabriel Brotons) y se encontraba en estado ruinoso debido a las lluvias que se habían producido en la población. Con posterioridad la venta de pescado se ubicó en la plaça de Baix y en 1935 se instaló la pescadería en la calle Cánovas del Castillo.

En el nº 3 de este lugar se halla una vivienda de singular belleza, construida en 1881, aunque la planta baja era muy anterior y había sido utilizada como hostal, donde los comerciantes del mercado ubicado en la misma plaza pernoctaban. En esta fecha se habilitó el edificio como casino, siendo la primera planta utilizada como bar y la segunda como sala de juegos. Posteriormente, fue transformada en vivienda. En la primera década del siglo XX la sede del Centro Obrero estaba en esta plaza, aunque después se trasladó a la actual calle Pedro Requena.

En este singular enclave se localizaba la casa y el horno de Joaquín Rosqueta, que también fue pastelería de la Simpática y la posada-fonda del Coixo de l’Hostal. En ella estaba situado el café Industrial, café que más tarde sería conocido como El Terròs. A mediados de los años 20 del pasado siglo, continuaba estando el hostal del Coixo y encima del mismo se ubicó el Gran Café, casino regentado por Joaquín Francés Panets. A continuación, la casa del Sevilet y después la casa de Román l’Homeopàtic, esposo de la poetisa Emilia Sempere.

También se hallaba el casino de El Terròs, regentado por Facundo y después por Medina, que disponía de una radio gramola con altavoces exteriores. Todas las noches de verano, con las mesas en el exterior, se escuchaban las zarzuelas de moda: Luisa Fernanda, Katiuska, etc., y a los cantantes preferidos de la época: Marcos Redondo, Emilio Vendrell… En esta plaza algunos años antes se hacía cine al aire libre. La pantalla era la pared de la casa en que vivió José Román Pepe Caixa de joven. Los actores preferidos eran Eddie Polo y el Conde Hugo, las películas eran, entre otras, La mano que aprieta y La moneda rota. La fuente de San Bartolomé, ubicada en la calle Gabriel Brotons, fue trasladada en el año 1950 a esta plaza.

En uno de los muros interiores de la vivienda situada en el nº 12 apareció en 1985, al convertirla en la sede de la comparsa Labradores, un fresco de la Virgen pintado sobre yeso negro. En 1989, al tener que remozar la casa, se encontraron dos nuevas pinturas al fresco bastante deterioradas, que se pueden datar de finales del siglo XVIII, al igual que la Virgen hallada anteriormente. Podría tratarse uno de San José y el otro de San Joaquín y Santa Ana. En la actualidad, en el nº 13, tienen su sede los Labradores y la Asociación de Vecinos del casco antiguo Miguel Hernández.

otras noticias

siguenos en

6,360FansMe gusta
1,688SeguidoresSeguir
1,047SeguidoresSeguir
- Anuncio-spot_img
- Anuncio-spot_img
- Anuncio-spot_img

LO MÁS LEIDO