El corazón de Petrer
Por: Mari Carmen Rico Navarro Cronista oficial de la Villa de
Petrer
En esta plaza en la que durante mucho tiempo se celebró el
mercado, no es que hayan sucedido grandes acontecimientos, ni esté
dotada de un entorno arquitectónico singular, ni siquiera han pasado
por allí insignes personajes. Pero para la gente de Petrer es una
plaza mágica y hace tiempo tuvo una intensa y bulliciosa actividad
donde se fue fraguando la historia de Petrer.
La plaça de Dalt
siempre tuvo una vida muy activa y fue el centro comercial de Petrer
durante muchos años. Ya en 1849 Pascual Madoz habla de la feria de
Petrer. Azorín, en su novela El enfermo (1943), también hace
referencia al mercado que se celebraba en la plaça de Dalt y a sus
botijos: “En la plaza de Arriba –y en otras plazas comarcales–
estos barros amarillos descuellan, puestos en el suelo, entre los
montones de rojos pimientos y moradas berenjenas”.
Por otra parte,
en el libro de matrícula industrial y de comercio de los años 1867
al 1870, aparecen los siguientes comercios en la entonces conocida
como plaza de Salamanca: una abacería (tienda donde se expenden
aceites, legumbres, bacalao…) propiedad de la viuda de Trinitario
Poveda, una tienda de comestibles regentada por Joaquín Reig
Maestre, un horno de pan de Teresa Poveda Beltrá, una tienda de
sedas, cintas y guirnaldas propiedad de Doroteo Payá y Ramírez e
incluso una fábrica de harinas de Isidoro Verdú y Rico.
El hijo del
filántropo y masón Doroteo Payá, Román Payá Soria, heredó la
tienda de su padre en el nº 5 de la plaza, donde además de tejidos
vendía “paquetería, frutos coloniales, objetos de escritorio,
sombreros, escopetas y revolwers”, según reza el anuncio insertado
en la Guía General de las provincias de Alicante y Murcia del año
1887. Posiblemente fuera en este lugar donde celebraron sus reuniones
los masones pues, tanto el padre como el hijo, pertenecieron a esta
sociedad secreta.
Otro comerciante, Joaquín Verdú Panblanquet,
primer presidente del Sindicato Agrícola, heredó el horno de pan de
su madre Teresa Poveda, en el nº 10 (actual nº 1). Tras emigrar a
Brasil, el horno fue adquirido por Juan José Pérez Matamoros, que
instaló allí su pastelería, ubicada anteriormente en el nº 4 de
esa misma plaza, vivienda que luego adquiriría Juan Bautista Poveda
el Sevilet. También estaba la carnicería de Bartolomé Sanjuán
Ferrer, el café y horchatería de José Mª García Poveda.
Jaime
Verdú Poveda, padre del célebre jugador de pelota valenciana
conocido como Jaume de Petrel, tenía un café el que sería después
El Terròs y Antonio Andreu Cabedo una mercería en la que se vendían
tejidos, paraguas, botones y un sinfín de productos de la más
variada índole. Más tarde la mercería se transformó en fábrica
de hormas.
Había otros negocios familiares, como el de Ventura y
Pepina la Olivera, que vendían en su casa aceitunas y encurtidos, la
carpintería de Ramón Navarro Beltrán, en el nº 11, donde D. Jesús
Navarro hacía cajas de madera para zapatos antes de ser cura, la
casa de Pascuala, en el nº 15 en la que en su puerta vendía frutas
y verduras que cultivaba su hijo, la barbería de els Nanets, en el
nº 6, regentada por los hermanos Luis y Quito Corbí, y otra
barbería, en el nº 9, atendida por Escalera, cuya hermana, Luisa
Poveda, daba clases de cálculo y mecanografía y atendía el
servicio local de Telégrafos.
A finales del siglo XIX destacaba en
la plaza el hostal de Eliseo Amat el Coixo, el café Central,
situado en la parte superior del hostal y junto a la pastelería de
Pérez Matamoros, estando regentado por Pedro García Perico Tres i
pinta, posteriormente por el tío Martí, luego por el tío Alfonso,
que había estado en El Terròs, y, finalmente, por Joaquín Francés
Panets, posteriormente se convirtió en el Nacional, de la mano de
Constantino Alcaraz y acabó convirtiéndose en vivienda particular.
El otro café, el Industrial, estaba en el actual nº 7 en lo que hoy
es la Asociación de Vecinos Miguel Hernández, que se convertiría
en 1915 en el café El Terròs, donde se reunían los festeros que
reformaron el local, habilitando la planta baja como casino, la
primera como oficinas y la segunda como almacén. El Café El Terròs
sirvió de embrión para convertirse en la Unión de Labradores y
Festejos, predecesora de la actual Unión de Festejos de San
Bonifacio Mártir.
Famosas fueron las acaloradas reuniones que en sus
salones se mantuvieron, más de un año estuvo la fiesta a punto de
no realizarse, pero, como siempre, las aguas volvían a su cauce y
todo salía como tenía que salir, porque así lo quería el santo.
Arriba de El Terròs tenía su sede el partido Sindicalista, cuyo
máximo dirigente a nivel local era Emilio Poveda, el de la librería.
En estos cafés se servían habas picantes y buen vino de las
innumerables bodegas de la población. El gramófono sonaba a la hora
del vermut y había café a buen precio, tal como anunciaban los
eslóganes de la época.
Un café que se molía en la misma calle, a
la puerta de los establecimientos de las calles adyacentes: la del
Mesón (hoy Gabriel Brotons), la de las Cuatro Esquinas (hoy Vicente
Amat) o, sobre todo, en la de Prim, donde varios tenderos, entre
ellos Dolores Maestre la de Morregales o José Mª Román, realizaban
al unísono la citada operación del molido del café impregnando el
ambiente con su aroma. Era habitual que los diferentes colectivos
locales se reunieran en los cafés de la ciudad, en un tiempo en el
que no existían los locales sociales, convirtiendo los cafés,
casinos, figones o mesones de la villa en sede propia.
Precisamente
en el mismo Terròs también estuvieron reuniéndose durante un
tiempo los socios de la recién creada Cooperativa Agrícola, antes
de adquirir una vivienda en la calle Gabriel Payá. En este singular
y entrañable enclave celebraron conciertos las dos bandas de música
que hubo en Petrer por los años 20: la Unión Musical y La
Enarmónica. Las dos realizaban sus ensayos en esta plaza aunque la
primera accedía al Gran Café por la calle Vicente Amat y la segunda
ensayaba en el Café El Terròs.
En 1894 el Ayuntamiento demolió el
edificio municipal denominado “pescadería a causa del desplome
ocurrido con motivo de las últimas lluvias”. El mencionado
establecimiento, destinado a la venta de carnes y pescados, estaba
situado en la plaza de Salamanca, esquina con la calle del Mesón
(Gabriel Brotons) y se encontraba en estado ruinoso debido a las
lluvias que se habían producido en la población. Con posterioridad
la venta de pescado se ubicó en la plaça de Baix y en 1935 se
instaló la pescadería en la calle Cánovas del Castillo.
En el nº
3 de este lugar se halla una vivienda de singular belleza, construida
en 1881, aunque la planta baja era muy anterior y había sido
utilizada como hostal, donde los comerciantes del mercado ubicado en
la misma plaza pernoctaban. En esta fecha se habilitó el edificio
como casino, siendo la primera planta utilizada como bar y la segunda
como sala de juegos. Posteriormente, fue transformada en vivienda. En
la primera década del siglo XX la sede del Centro Obrero estaba en
esta plaza, aunque después se trasladó a la actual calle Pedro
Requena.
En este singular enclave se localizaba la casa y el horno de
Joaquín Rosqueta, que también fue pastelería de la Simpática y la
posada-fonda del Coixo de l’Hostal. En ella estaba situado el café
Industrial, café que más tarde sería conocido como El Terròs. A
mediados de los años 20 del pasado siglo, continuaba estando el
hostal del Coixo y encima del mismo se ubicó el Gran Café, casino
regentado por Joaquín Francés Panets. A continuación, la casa del
Sevilet y después la casa de Román l’Homeopàtic, esposo de la
poetisa Emilia Sempere.
También se hallaba el casino de El Terròs,
regentado por Facundo y después por Medina, que disponía de una
radio gramola con altavoces exteriores. Todas las noches de verano,
con las mesas en el exterior, se escuchaban las zarzuelas de moda:
Luisa Fernanda, Katiuska, etc., y a los cantantes preferidos de la
época: Marcos Redondo, Emilio Vendrell… En esta plaza algunos años
antes se hacía cine al aire libre. La pantalla era la pared de la
casa en que vivió José Román Pepe Caixa de joven. Los actores
preferidos eran Eddie Polo y el Conde Hugo, las películas eran,
entre otras, La mano que aprieta y La moneda rota. La fuente de San
Bartolomé, ubicada en la calle Gabriel Brotons, fue trasladada en el
año 1950 a esta plaza.
En uno de los muros interiores de la vivienda
situada en el nº 12 apareció en 1985, al convertirla en la sede de
la comparsa Labradores, un fresco de la Virgen pintado sobre yeso
negro. En 1989, al tener que remozar la casa, se encontraron dos
nuevas pinturas al fresco bastante deterioradas, que se pueden datar
de finales del siglo XVIII, al igual que la Virgen hallada
anteriormente. Podría tratarse uno de San José y el otro de San
Joaquín y Santa Ana. En la actualidad, en el nº 13, tienen su sede
los Labradores y la Asociación de Vecinos del casco antiguo Miguel
Hernández.