Un flamenco de campanilla
Por: Mari Carmen Rico Navarro. Cronista oficial de la Villa de
Petrer
El 21 de marzo de 2007, aunque era el día que comenzaba la
primavera, fue un día de intenso frío. Ese día, de hace hoy 14
años, tras una larga y dura enfermedad nos dejó un hombre bueno,
Pedro Brotons Payá. Tres fueron sus grandes pasiones: la familia, el
amor a los demás y la fiesta.
Su mujer Maruja, sus hijos Pedro y
Pilar, sus nietos y el resto de su familia fueron pilares
fundamentales de su vida. Maruja, su inseparable compañera, siempre
apoyó y compartió todas sus iniciativas, formando un tándem muy
unido, afín y feliz.
También sus amigos, que eran muchos, formaron
parte importante de su existencia. En mi casa, mi familia, siempre le
hemos tenido mucho cariño a Pedro y a todos los suyos. Durante su
juventud, fue amigo de mi madre y, por supuesto, siempre mantuvieron
esta amistad. Cariñosamente nos gustaba llamarlo, Pedro, el de la
tía Juliana pues así se llamaba su abuela que lo crío al fallecer
sus padres cuando era pequeño. Juliana fue una mujer luchadora,
amable, trabajadora y también muy querida por todo el pueblo,
regentaba una tienda de comestibles en la calle San Vicente.
Otra de
sus grandes pasiones fue la fiesta, sintió una devoción especial
por San Bonifacio y por su comparsa, los Flamencos. Fue un gran
trabajador y un referente de esta formación festera. Su dedicación
a la fiesta la podemos tildar de muy meticulosa, plasmándose, sobre
todo, en la organización de exposiciones de trajes, luchando siempre
por dignificar la fiesta de Moros y Cristianos. Pedro fue una figura
fundamental en lo que respecta a los trajes y las exposiciones de los
mismos que la comparsa ha realizado a lo largo de su historia.
Él
fue pionero en este tipo de eventos. La primera muestra que se hizo
de estas características, fue una exposición de trajes de
abanderadas que se inauguró el 6 de octubre de 1978 para celebrar el
centenario de su comparsa. También fue ponente de la exposición de
trajes que se inauguró el 24 de octubre de 2003 con motivo de la
conmemoración del 125 aniversario de los Flamencos.
Al mismo tiempo
fue el alma mater, participando muy activamente en las exposiciones
permanentes que se hicieron durante varios años en la Casa del
Fester y que resultaron todo un éxito gracias a su abnegada labor en
pro de este tipo de manifestaciones culturales y festeras. Durante el
125 aniversario de la comparsa Tercio de Flandes disfrutó como nadie
se puede imaginar. De su casa salió la bandera que se confeccionó
con motivo de esta celebración, acogiendo a todos los festeros que
participaron en el acto de la bendición en la ermita de San
Bonifacio, siendo los padrinos Pedro y Antoñita Alcaraz.
En la cena
conmemorativa de esta efeméride, en un emotivo acto, que se celebró
el 5 de julio de 2003 en el jardín del desaparecido colegio Primo de
Rivera, se le rindió un caluroso homenaje y se le impuso la insignia
de socio de honor de la comparsa que tanto quiso. Este gran festero
igualmente destacó en lo que respecta a la guardarropía de la
comparsa. Siempre estaba pendiente de las telas, de los sombreros y
de todo lo relacionado con la vestimenta de la misma.
Sus viajes a
Alcoy para preocuparse por estos menesteres eran muy frecuentes. Si
alguien quería participar en la fiesta no tenía más que decírselo
y él se encargaba de todo con tal de que saliera de flamenco.
Proporcionaba trajes completos, de todas las tallas, piezas sueltas,
todo lo que hiciese falta con tal de que hubiese un flamenco más.
Siempre se preocupó de vestir a los que tenían ilusión de salir a
la fiesta y no podían hacerlo. Su casa, dos meses antes de que
llegara San Bonifacio, era un hervidero de personas y el teléfono no
paraba de sonar.
Aunque nunca ocupó cargos de relevancia en la
comparsa, siempre buscó su bien, realizando una encomiable labor y
convirtiéndose en un referente a la hora de conocer algún aspecto o
entresijo relativo a la misma. Pedro fue un festero de pro, un gran
entusiasta de la comparsa, un flamenco de toda la vida, un festero de
sentimiento y, al igual que toda su familia, llevó siempre la
comparsa en el corazón. Al igual que sus padres hicieron con él, él
también supo inculcarles a todos los suyos el amor a la fiesta.
Fue
un flamenco comprometido y apasionado que luchó por conseguir el
mayor auge y esplendor de nuestra fiesta y festeros como él
engrandecen la fiesta de Moros y Cristianos. Su otra gran pasión fue
su compromiso con los demás. Hombre sencillo, afable, vital,
divertido, simpático, amable, honrado, solidario, pacificador y
desprendido hizo y dio mucho por todos los que le rodearon y
necesitaron de él. Quien buscaba a Pedro para trabajar o para hacer
algo a favor de los demás, siempre lo encontraba. Su solidaridad la
demostró siempre, siendo uno de sus objetivos vitales ayudar al
prójimo, a los más humildes y a los más necesitados.
Nos podemos
preguntar por qué resaltar la personalidad de Pedro Brotons. La
respuesta es sencilla ya que, por desgracia en nuestra agitada
sociedad, tan avanzada que parece en muchos aspectos, no es frecuente
encontrar personas que se preocupen por los más desfavorecidos. Su
valiosa, abnegada, silenciosa y solidaria labor a favor de los más
desprotegidos siempre será valorada por quienes le conocimos.
No es
frecuente encontrar personas que se preocupen por los que no tienen
recursos, e incluso que los acojan en su propia casa como hizo Pedro
a lo largo de su vida. Pedro Brotons fue un hombre honesto y humilde
al que no le gustaba alardear de nada de lo que hacía.
Fue un hombre
del pueblo, trabajador, que luchó por sus ideales y porque éstos
llegaran a buen puerto. En resumen, un hombre bueno, en el buen
sentido de la palabra bueno.