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jueves, 28, marzo, 2024
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EMERGENCIA CLIMÁTICA

Por: David Llorente Cortés

Ahora que ha llegado el frío quizás no esté de más recordar que el pasado verano nos dejó algunos días especialmente calurosos, llegando a batirse el récord de temperatura máxima medida en España (fue en Montoro, provincia de Córdoba, donde se alcanzaron los 47,2 grados centígrados). Ante este hecho, muchos medios de comunicación repitieron la coletilla de cambio climático y se apresuraron a subir el nivel de alarma, a menudo sin pararse a pensar que el calor en verano y el frío en invierno no son precisamente indicativos de nada raro.

            No, no es que esté negando el cambio climático. Que nuestro clima está cambiando es una evidencia confirmada a la que no se oponen ni los llamados negacionistas. Dejando a un lado a los conspiranoicos más sagaces —esos que pueden ver lo que nadie más puede—, las personas que plantean dudas sobre el calentamiento global no lo hacen sobre su existencia, sino sobre su causa. Lo que se cuestiona es si el ser humano es directamente responsable o si el planeta está experimentando un cambio gradual pero natural, como ya ha hecho muchas veces en el pasado. Personalmente, creo que la causa es ambas y la misma, porque no podemos separar la acción humana de lo natural como si fuésemos una realidad artificial o sobrenatural, como si existiésemos en un plano diferente y pudiésemos, de algún modo, vivir sin influir en nuestro entorno.

            Pero lo que me interesa es el apelativo de emergencia climática, tal y como apareció en la declaración del Consejo de Ministros antes de que el asunto este de la pandemia desplazase el foco de atención mediática. Palabras como emergencia, crisis, y catástrofe, asociadas al clima, se han venido repitiendo con cierta frecuencia en los medios de comunicación a lo largo de los últimos años, a menudo como simples muletillas para hablar de algo que no se sabe bien qué es, pero que capta la atención del público. Los voceros de esta inminente calamidad se dedican a repetir mensajes distorsionados, ideas malentendidas y verdades a medias que no han sido del todo digeridas.

            Es cierto que tenemos un reto por delante, pero quizás las cosas no están tan mal. El pasado año, más de 500 científicos remitieron una carta a la ONU explicando que no existe una emergencia climática, y que las medidas de política ambiental deberían apoyarse más en la ciencia, y menos en el populismo. La temperatura está aumentando, sí, pero no tan rápido y no de forma constante. Cuando se habla de previsiones, suele ser teniendo en cuenta las circunstancias del momento, pero las circunstancias están cambiando constantemente. El incremento de las temperaturas se produce a un ritmo decreciente a medida que cambiamos nuestros hábitos y a medida que hacemos algo al respecto. Con esto no quiero decir que podamos decir «no pasa nada» y empezar a quemar carbón como en pleno siglo XIX, sino que debemos confiar en nuestra capacidad para mejorar las cosas. Cada vez que se habla de las economías más contaminantes y de falta de acuerdos internacionales, China suele aparecer en primer puesto; pero también en este país tienen sus propios planes para la descarbonización y el cambio hacia modelos energéticos más sostenibles.

            Al final hay una cosa que está clara, tanto si tengo razón como si me equivoco (no soy científico ni experto en el tema, lo único que hago es opinar), y es que el planeta no está en peligro. No somos asesinos de planetas, ni tampoco sus salvadores. La vida en nuestro planeta existió durante millones de años antes de llegar nosotros, y puede seguir haciéndolo sin nosotros. No nos creamos el centro del universo.

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