Por: Santiago Almenara
Amable, educado, trabajador, culto, simpático, modesto, afectuoso, entregado, solícito, afable, creativo estos son algunos de los adjetivos que surgen en nuestra mente al recordar a Antolín, en el momento en que nos llega la triste noticia de su fallecimiento, y sinceramente creo que se quedan cortos para definir la personalidad de nuestro amigo “con quien tanto queríamos”.
Su repentina muerte nos duele, claro está, por él mismo y por su esposa e hijas y demás familiares y amigos que ya no van a contar con su ayuda y consejo, con su apoyo constante, con su consuelo. Pero también lo siento por la cultura de su querido pueblo, pues se nos ha ido en su mejor momento creativo, lleno de ilusión y de ideas. En su tintero se han quedado muchísimas nuevas poesías como las que en los últimos años venía publicando en los medios locales, pero sobre todo ya no podremos leer esos artículos en los que iba rememorando sus recuerdos de infancia y juventud de un Petrer que ya no existe y que Antolín nos hacía revivir con su prosa sencilla y clara.
De igual modo no puedo dejar de referirme a su vertiente festera. Con Antolín La Fiesta de Moros y Cristianos y, especialmente, su Comparsa de Estudiantes, pierden uno de los últimos referentes de una generación que nos ha ido dejando poco a poco, casi sin darnos cuenta. Como es sabido, era Rafael socio de honor de su comparsa y no por haber ostentado ningún alto cargo, siempre lejos de su modestia, sino por su abnegado trabajo y continuada colaboración con todas las directivas que se han sucedido en la más numerosa agrupación festera de nuestra localidad. Antolín era la memoria viva de su comparsa, cualquier dato que faltara, cualquier duda que surgiera, siempre Rafael era la solución.
Descanse en paz Antolín, que su ilusión por su pueblo y su cultura y por La Fiesta nos sirva de ejemplo y acicate para recoger el testigo que deja tirado en el suelo, pues como dijo un poeta “aunque la vida perdió, nos dejó harto consuelo su memoria”.
