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sábado, 20, abril, 2024
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La Casa Cortés, 300 años de historia

Texto: Amparo Blasco Gascó

Fue una de las grandes fincas del término municipal de Petrer con alrededor de 40 hectáreas, gran parte de ellas, de agricultura de regadío. Una finca que se extendía desde la zona de La Molineta hasta La Jaud. Desde finales de los años 20 del pasado siglo XX, pertenece a los descendientes de Francisco Rico que se la compró a un agricultor de Jalón.

La Casa Cortés, que cuenta con 300 años de historia documentada, data de 1723, aunque, probablemente, se levantaría décadas antes, está ubicada a escasos metros de lo que conocemos como el carreteril de la Bassa Perico o antigua carretera de Novelda, concretamente, en la partida rural de Salinetes Baixes.

A día de hoy, no tiene nada que ver con lo que era cuando Francisco Rico Verdú, natural de Pinoso, la adquirió en 1929. Era una finca de 40 hectáreas de regadío que se extendía desde la zona de La Molineta hasta La Jaud, en la que predominaba el cultivo de uva moscatel y de giró, variedades tradicionales de la agricultura de Jalón, municipio del que era natural el agricultor que vendió la finca a Francisco Rico cuando llegó a Petrer junto a su esposa y a sus tres hijos: Francisco, Amparo y Faustino.

Alejandro y Martina García, 5ª y 6ª generación de la familia de Francisco Rico Verdú, delante de la puerta de la Casa Cortés.

Como eran un tipo de uva que no cuajaba bien en Petrer, el nuevo propietario optó por plantar olivos, almendros y las variedades de uva de mesa y monastrell.

Además, como no se trataba de una agricultura extensiva ni de monocultivo, también contaba con pequeñas plantaciones de frutales y hortalizas. En esos años, contaba con manzanos de distintas clases, albaricoqueros, cerezos, perales, naranjos y alguna que otra higuera, así como una amplia variedad de verduras y hortalizas como cebollas, pimientos y tomates.

El tomate de Mutxamel fue un gran negocio para la familia Rico durante la década de los 50 hasta mediados de los años 60. Un negocio que residía, principalmente, en la venta de las semillas de esta variedad de tomate y que se complementaba con la venta de dulce de tomate, frito y seco que producían en la propia finca.

Cuando el “boom” del negocio de las semillas del tomate de Mutxamel llegó a su fin, las tomateras se sustituyeron por viñedos.

Allí, también, elaboraban, en su propia bodega, vino a base de los viñedos de diferentes tipos de uvas, así como aceite de los frutos de las decenas de oliveras que contaba la finca, plantadas en decenas de parcelas.

Llamaba la atención que todo se plantaba de forma dispersa, casi aleatoria, puesto que el cultivo no era sistemático, no se contaba con tractores ni maquinaria agrícola, siendo los animales la única ayuda con la que se contaba.

Todo lo que se recolectaba en la Casa Cortés se vendía en el mercado de la vecina población de Elda mientras que el producto residual se destinaba al autoconsumo, nada se dejaba perder.

Andrés Pérez Albert, bisnieto de Francisco Rico, recuerda que, en esa plaza de abastos, la familia contaba con dos puestos en el interior de esas instalaciones, atendidos uno por su abuela Amparo y el otro por una de sus tías, esposa de Francisco Rico hijo. Mientras que, en el exterior, lo que se conocía como El Prado, disponían de un tercer puesto del que encargaba la madre de Andrés Pérez.

Allí, los descendientes de Francisco Rico estuvieron vendiendo todo lo que recolectaban en las parcelas de la Casa Cortés hasta que se construyó el nuevo Mercado Central de Elda, en el año 1974.

A mediados de los años 70, la labor agrícola de la Casa Cortés se centró en el olivo, la almendra y la vid, abandonando la agricultura de regadío por las actuaciones de urbanización que afectaron a esta finca.

Fue en esa década cuando, tras una granizada que afecto al cultivo de la uva, gran parte del vino que se elaboró en Petrer se llevó a cabo en la bodega de la Casa Cortés. Debido a la piedra, los agricultores se vieron obligados a adelantar la campaña de la uva, pero como la Cooperativa Agrícola decidió no hacer lo mismo con el periodo de recepción de ese fruto, Francisco Rico hijo ofreció la bodega de la finca familiar para que no se perdiera la campaña. Un ofrecimiento que fue aceptado por muchos agricultores que llevaron sus cosechas a la Casa Cortés que, tras recepcionar y elaborar el vino y ante la falta de grandes depósitos, lo almacenaron en los tres grandes aljibes que cuenta esta finca.

En la actualidad, todavía descendientes de Francisco Rico Verdú siguen viviendo en el caserón que se fue ampliando conforme iba creciendo la familia. En concreto, cuenta con tres viviendas, en una de ellas, reside una de sus bisnietas, Pilar Rico, en otra, uno de sus tataranietos, Alejandro García, cuya hija Martina es ya la sexta generación de esta familia de origen pinosero, mientras que la tercera, a día de hoy, permanece cerrada.

De las 40 hectáreas que adquirió en 1929 Francisco Rico Verdú, la Casa Cortés, a día de hoy, se ha quedado en seis, algunas sin cultivar, otras con naranjos y con avena y alrededor de 70 olivos.

Una finca cargada de historia y recuerdos que sus propietarios intentan conservar como el laboratorio de la bodega con sus dos prensas, barricas y depósitos y mucha maquinaria agrícola antigua que se está intentando recuperar como un tractor de más de 80 años que, desde hace unos meses, ha vuelto a funcionar.

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