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sábado, 27, abril, 2024
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Juan Francisco Ibarra Martínez. Montañero y escalador

Juan Francisco Ibarra Martínez es socio del CEP desde que era un niño de 10-11 años. Fue Pascual Soler, “Pascualico”, quien le despertó su afición a la montaña y quien le mostró los parajes del amplio término municipal de Petrer.

Ha sido el presidente más joven de esta entidad, siendo, en la actualidad, vicepresidente y coordinador del Voluntariado Medioambiental.

Ibarra, toda una vida vinculada al Centro Excursionista Petrer, ¿no?

Así es, me hice socio en el año 1978, tenía 10 o 11 años, no más.

¿Con esa edad ya tenías claro que querías ser montañero?

Qué va, ni mucho menos. Me hice socio del CEP porque era muy malo jugando al fútbol y en aquella época si querías practicar un deporte no tenías muchas opciones, todo lo contrario de lo que sucede hoy en día.

Así que, si no sabías darle bien al balón pues te hacías montañero.

Pero, ¿tan malo eras?

Era un zurdo malo. Me presenté a unas pruebas de fútbol pero no valía y me hice socio del Centro Excursionista, en aquellos tiempos, en Petrer, el deporte era bastante escaso.

Entonces, ¿fue en el CEP dónde descubriste el mundo de la montaña?

Allí descubrí la montaña y los diferentes parajes del término municipal de Petrer. Cada viernes nos reuníamos un grupo de chiquillos en la sede del Centro Excursionista, que en aquellos años estaba en la calle Prim, y con Pascual Soler Beneit, “Pascualico”, empezamos a salir cada fin de semana al monte.

¿Pascual Soler fue tu maestro?

Sin lugar a dudas. Cuando salíamos, nos marcaba un ritmo caminando que aquello era difícil de seguir, sobre todo al principio. Pero los que aguantamos, aprendimos por dónde teníamos que ir, las sendas y con Pascual Soler conocimos todos los parajes del término municipal de Petrer.

Aunque como era un hombre que parecía una máquina andando, no te daba tiempo ni a contemplar un paisaje.

La verdad es que, gracias a “Pascualico”, muchos conocimos el territorio y empezamos a participar en diferentes marchas.

¿Te acuerdas de algunas de esas marchas en las que participaste?

Había una en Muchamiel que era nocturna y, al ser un chiquillo, eso de llevar una linterna y andar por la noche te llenaba, era bastante atractiva esa marcha.

Además, como muchos éramos menores de edad teníamos que tener un permiso de los padres para desplazarnos a ese municipio y poder hacerla. El transporte también era muy limitado así que nos bajamos andando a Elda, a La Farola, a coger el autobús hasta Alicante y, desde allí, andando hasta Muchamiel.

Esa marcha comenzaba a las 00:00 horas, finalizaba sobre las 4:00-5:00 de la madrugada y “Pascualico” siempre nos decía: “no nos vamos a quedar a dormir aquí, regresamos a casa”.

¿Andando?        

Andando no, pero caminábamos hasta Alicante, esperábamos a que la Estación de Autobuses abriese y, a las 08:00 horas, cogíamos uno y cuando llegábamos a Petrer, cada uno a su casa.

No todo han sido marchas, el Alpimismo, la Alta Montaña, también forma parte de tu trayectoria como montañero

Sí, me gusta. A los 18 años, en 1981, ascendí la Arista de Rochefort, en los Alpes, a 4.001 m de altura.

También he hecho salidas de Alta Montaña al Mulhacén, Aneto, Balaitus, en los Pirineos y Monte Perdido, entre otras.

Háblanos de la Expedición a los Andes Peruanos

Yo pensaba que los Alpes eran lo más grande que había y cuando llegué a tierras peruanas me di cuenta que estaba muy equivocado.

Allí, en concreto, ascendimos a la cumbre Nevado Chinchey de la Cordillera Blanca de los Andes aunque no llegamos a la cima, 6.309 metros de altura, debido a las condiciones de la nieve. Logramos subir hasta los 6.115 metros de altura, nos quedamos a menos de 200 metros de la cima.

¿Qué supuso para ti esa expedición?

Fue un año después de ascender la Arista de Rochefort de los Alpes, en 1982, no había hecho ni la mili. Esa expedición ha sido la aventura de mi vida, una experiencia que tengo grabada en la retina y que nunca olvidaré.

Imagínate con 19 años, cruzar el charco y pasar un mes por tierras sudamericanas. Hicimos escala en San Juan de Puerto Rico, de allí viajamos a Colombia, después volamos a Ecuador para finalizar en Lima, toda una aventura, la lástima es que no fuimos como una expedición del Centro Excursionista Petrer sino del “Grup Muntanyenc Petrer”.

¿Por qué no fuisteis como Centro Excursionista Petrer?

La directiva de ese momento, encabezada por Ricardo Montesinos, no estaba por la labor porque ese mismo año Petrer acogía la Marcha Nacional de Veteranos. A pesar de que nosotros no pedíamos ningún tipo de ayuda, sólo llevar el nombre del Centro Excursionista, pero nos comunicaron que no nos autorizaban, así que se creó el “Grup Muntanyenc Petrer” que estuvo activo de 1981 a 1984.

Cambiamos de tema, la escalada es otra de tus grandes aficiones, ¿cuándo empezaste a escalar?

Muy pronto, a los 15 años, después de hacer un cursillo de escalada que organizó el Centro Excursionista Eldense. Primero fueron unas clases teóricas y después las prácticas las hicimos en las Peñas de Marín, Camara.

Allí, como las vías que estaban abiertas consideraban que eran bastante difíciles para los que habían hecho el cursillo pues abrieron una específica para principiantes.

En la práctica de la escalada la confianza y el compañerismo, ¿son fundamentales?

Ya lo creo. Es más, si no cuentas con ellos, lo mejor es no escalar.

Escalando, ¿has vivido momentos críticos?

Muchos. Momentos de pensar, “si salgo de esta no vuelvo a escalar”, pero cuando llegas arriba ya estás preguntando a tus compañeros la semana que viene dónde vamos.

Los “cuernos al diablo” se los he visto muchas veces pero creo que eso es lo que te hace superarte a ti mismo más. Algún percance he tenido, hace unos años caí escalando una pared de unos 400 metros de altura en Redován.

Tu grupo de escalada os hacéis llamar “Els Amics dels Grossets”, ¿no?

(Risas). Sí, somos uno de los distintos grupos de la Sección de Escalada del Centro Excursionista Petrer. Normalmente, solemos salir los sábados. Quedamos a las 08:00 horas y dependiendo de la climatología vamos a un sitio o a otro.

Si decidimos escalar por el entorno de Petrer, lo hacemos en la Sierra del Caballo, la Pared Negra de L´Almadrava, la Peña de Marín, Cabreras y Peña Montesa, entre otros lugares. En ocasiones, nos desplazamos a Calpe, Alcoy, Yecla o Jumilla.

Pero no solo escaláis, también, recogéis toda la basura que os vais encontrando por el camino, ¿es así?

Eso es otro cantar. A nosotros nunca nos han tenido que decir que cuando salimos a la montaña la basura no hay que tirarla, siempre la hemos recogido. Sin embargo, no todo el mundo actúa igual, hay personas que tienen mucha desidia y es bastante “cerda”, por no utilizar otro calificativo más fuerte, y no se preocupa de recoger los restos y depositarlos en algún contenedor.

No obstante, hay que decir que, en la actualidad, no recogemos la barbaridad de kilos de basura como hace un par de décadas. Cuando el CEP creó la figura del Voluntariado Medioambiental, en el año 1994, llegamos a recoger cerca de 10.000 kilos de residuos abandonados en parajes y montañas.

Se ha mejorado, pero todavía falta mucha educación y concienciación medioambiental.

A día de hoy coordinas el Voluntariado Medioambiental del CEP, ¿la figura del voluntario es importante?

Considero que es fundamental tanto para la prevención de incendios, porque se convierten en los ojos del entorno natural, como en la limpieza y mantenimiento de montañas, parajes y montes.

Por último, ¿de qué salud goza, actualmente, el Centro Excursionista Petrer?

Gozamos de muy buena salud. Somos un colectivo muy activo, con cerca de 500 socios, la mayoría de las secciones cuentan con varios grupos y vamos creciendo, incorporando nuevas secciones como la de Orientación y la Montañismo Inclusivo.

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