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viernes, 3, mayo, 2024
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Tomás Amat Rico

pianista de jazz y música moderna

Tomás, ¿podemos decir que tu vida siempre ha estado al lado de un piano?

La verdad es que sí, a los seis años me regalaron un teclado eléctrico y empecé a aprender a tocarlo yendo a clases con Luis Bellod Iborra, el de Jazzman y, a partir de ahí, hasta el día de hoy el piano siempre me ha acompañado.

Pero, ¿tenías alguna noción de música?

Bueno, estuve un par de años en la Sociedad Unión Musical de Petrer. Allí iba a clases de solfeo y aprendí a leer e interpretar una partitura, tenía tan solo cuatro o cinco años.

¿Compaginaste la Unión Musical con Jazzman?

No, cuando empecé con Luis dejé la Unión Musical. Estaba muy motivado con el piano y los instrumentos de viento estaban para mí como un poco de más. Aunque todavía era un niño, estaba muy convencido de que quería estudiar piano.

¿Qué papel jugaron en ese momento tus padres?

El apoyo de mis padres no me faltó. Ellos me inculcaron esa filosofía de trabajo, de tomarme los estudios en serio, nada de que fuera una tarde a la semana a clases a pasar el rato, sino que, si yo quería ir a clases de piano, tenía que estudiar todos los días o casi todos. Y la verdad es que estaba encantado porque, realmente, como te decía, estaba muy motivado.

¿Estuviste muchos años estudiando con Luis?

No. Después de un año con él, me matriculé en el Conservatorio de Elda que, en aquel entonces, era el “Ruperto Chapí”, aunque finalicé el Grado Medio en el nuevo, ubicado en la avenida de Ronda, que pasó a denominarse “Ana María Sánchez”.

¿Tienes buenos recuerdos de tu etapa como estudiante en el Conservatorio de Elda?

La verdad es que sí, todavía recuerdo a mis profesoras, entre ellas, Begoña Amat, Paqui Reig, Anabel Sáez, y Nuria Amat, estoy muy agradecido a todas ellas.

Y el Grado Superior, ¿dónde lo cursaste?

Cuando finalicé mis estudios en el conservatorio de Elda, a los 18 años, me quedé un año en Petrer y fue cuando me di cuenta que, aunque la música clásica me gustaba mucho, era mundo muy solitario, competitivo y poco agradecdo. Coincidió en un momento, en el que me sentía mucho más atraído hacia la música moderna y el jazz por el “rollo” de que se toca siempre en grupo y se vive más la música como algo colectivo.

Además, aunque también tienes que estudiar muchísimas horas, no siempre tienes que estar tu solo, puesto que tienes la posibilidad de practicar con los amigos y eso es mucho más divertido y reconfortante.

Así que, finalmente, opté por cursar el Grado Superior de Interpretación, Piano, Jazz y Música Moderna, en Barcelona, en el Conservatorio Superior de Música del Liceo.

Profesionalmente, ¿eres pianista?

Así es, pianista, pero, además, en la Escuela de Teatro y Danza, toco el piano en las clases de danza y, también, imparto clases particulares de piano, aunque no cuento con un nutrido grupo de alumnos ya que no dispongo de tanto tiempo para dedicarme a la docencia.

¿Solista o acompañante?

Me gustan las dos modalidades, pero, sí que es cierto que abrirte camino como solista es mucho más complicado y debes de dedicar mucho tiempo a tocar puertas, a la promoción y a todo ese mundo.

De todas formas, he ofrecido conciertos como solista y muchos más acompañando al piano a otros músicos instrumentalistas y a cantantes de jazz. En definitiva, tengo mi propio proyecto y colaboro en muchos otros.

¿En qué proyectos colaboras?

Son proyectos de distintos estilos, no sólo de jazz y música moderna. Entre ellos, uno de música brasileña con el cantante Érico Moreira; otro de flamenco clásico con la cantante y violista Irene Zugaza; de hip-hop y funky, y otros de jazz más clásico y tradicional.

¿Cómo surgió tocar este verano en Nueva York?

La cantante Barcelona Lia Kari y yo empezamos una gira, que todavía no hemos finalizado, que nos ha llevado por muchas ciudades de España y de otros países que incluía un concierto en el Festival SummerStage de Nueva York que en Central Parc.

Ese concierto fue posible porque estaba subvencionado por el Instituto Montjuic que se dedica a exportar cultura catalana.

¿Qué tal fue la experiencia?

Increíble, fue precioso. Para todos era una nueva experiencia. Recuerdo que, antes de subir al escenario, me sentía como cuando eres un niño y te vas por primera vez de campamento, esa sensación que tienes cuando vives algo importante por primera vez.

Nos sentíamos encantados y orgullosos de poder tocar en ese emblemático parque neoyorkino.

Formas parte del grupo “monkey cap”, ¿cuándo tenéis previsto sacar al mercado un álbum?

Somos tres músicos, Joan Pastor, con el contrabajo, Adrià Claramunt, a la batería y yo al piano y pronto vamos a publicar el álbum “A momento, whol”, que me gusta traducirlo como “momento de plenitud”, con catorce canciones, la mayoría de ellas compuestas por mí.

Una curiosidad, ¿por qué ese nombre?

A ver, “cap” responde a las iniciales del primer apellido de cada uno de nosotros y lo de “monkey” porque nuestra música, en parte, está escrita y pensada, pero, cuando llega el momento de “performance”, nos gusta que sea el público o el lugar el que mande para que se genere un momento súper animal, en el que ni nosotros mismos sabemos por dónde va a fluir la música.

Aunque eres joven, llevas ya años subiéndote tocando en escenarios de muchos países, no sólo de España. ¿En qué escenario, que todavía no has pisado, te gustaría tocar el piano?

Es cierto que he tocado en muchos países europeos, este verano como te comentaba en Nueva York, pero nunca me he planteado en qué escenario me gustaría tocar.

Aunque así, a bote pronto, en el mítico “Carnegie Hall” de Nueva York, en el Palau de la Música de Barcelona o en “Le Duc des Lombards” de París.

Hace ya 10 años que dejaste Petrer, ¿sigues echando algo de menos?

Claro, muchas cosas, la familia y la sensación de hogar, sobre todo, pero, también, la gente del pueblo, su tranquilidad. Cuando regreso a Petrer me gusta pasear por las calles del casco antiguo, quedar cuando es posible con los amigos de toda la vida y disfrutar de esa calma que se respira en un pueblo que no existe en una gran ciudad.

Y, bueno, aunque me gusta mucho cocinar, también, echo mucho de menos las comidas de mi madre, por supuesto.

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