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viernes, 3, mayo, 2024
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Carlos Beltrán Corraliza. Pintor

El petrerense, Carlos Beltrán Corraliza, es Jefe del Grupo de la Seguridad Portuaria del Aeropuerto Miguel Hernández, Alicante-Elche. Un trabajo que, de momento, compagina con la creatividad de la pintura al óleo

Carlos, ¿cómo llega la pintura a tu vida?

La creatividad siempre ha estado presente en mi vida, mi padre fue mampostero y a mi madre las manualidades se le daban muy bien e, inconscientemente, he ido absorbiendo todo y así la vida me ha ido encarrilando hacia los aires del arte.

Me fui a vivir a Altea y allí me rodeé de amigos artistas pero lo que nunca me esperaba era que la pintura formara parte de mi vida.

Entonces, ¿allí te formaste en alguna Escuela de Pintura o de Bellas Artes?

No, soy autodidacta, nunca he ido a clases de pintura ni nadie me ha enseñado a pintar.

Entonces, ¿por qué decidiste coger un pincel y ponerte delante de un lienzo?

Llegué un día del trabajo, estaba bien, llegó la hora de dormir y me acosté. Al día siguiente, no podía levantarme, me sentía como si estuviese en un pozo sin salida, no encontraba las ganas de vivir, ni tenía ganas de vivir ya.

Estuve así un par de meses, en la cama hecho polvo, hasta que mi madre me dijo que ya estaba bien que no podía seguir así. Un día se fue a comprar el pan y volvió con un lienzo y unos pinceles y me dijo: “ahí tienes esto”.

Así que decidí empezar a sacar todo lo que llevaba dentro y plasmarlo en el lienzo y el resultado fue una cara de una mujer mayor, incidiendo mucho en la piel del rostro.

¿Conservas ese cuadro?

En un principio, lo aparté porque me daba hasta asco y, al final, el cuadro terminó colgado en la terraza de mi casa y hasta me olvidé de él. Pero, a día de hoy, sí que lo conservo, lo tengo expuesto en casa.

Con ese primer cuadro, ganaste un premio, ¿no?

Así es, con “Mi religión”. Un día pasó por delante de mi casa un marchante belga, le llamó la atención la pintura que estaba colgada en la terraza, tocó el telefonillo para preguntar quién lo había pintado.

Preguntó si se la podía llevar y, eso hizo, se la llevó para presentar esa obra en un certamen de pintura de ámbito nacional y el jurado me otorgó el Primer Premio.

¿Podemos decir que la pintura salvó tu vida?

No es que no se pueda decir, sino que hay que decirlo. A la pintura le debo la vida, pero no sólo a la pintura sino a las Bellas Artes en general.

Al principio de ponerme delante de un lienzo con un pincel no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero sí que me di cuenta que el pintar me hacía sentirme mejor.

Aunque llevas pocos años pintando, tus cuadros han viajado a diferentes países, ¿dónde has expuesto?

En España, en el Museo Reina Sofía expuse la obra “De la tierra al cielo” y en el Museo Antonio López Torres de Tomelloso, entre otros. Además, algunos de mis cuadros han “viajado” a Londres, París, Berlín y países como Irlanda o Estados Unidos.

Y, también, en mi pueblo, en Petrer, en concreto, en el Forn Cultural, así como en Benidorm, Alfáz del Pi y Villajoyosa, entre otros municipios.

Antes que pintor fuiste vidriero artesanal, ¿cómo llegas a ese mundo?

Cuando era niño, me gustaba, después del colegio, ir al Polideportivo a jugar y siempre pasaba por delante de la “Cristalería Petrelense”, llamándome la atención las florituras que tenían expuestas en el escaparate y pensaba que sería bonito aprender ese oficio.

Así que hablé con la familia Almendros, propietaria de esa cristalería, y me dieron la oportunidad de aprender el oficio.

¿Ellos te abrieron las puertas al arte del vidrio?

Así es y siempre les estaré súper agradecido. Me gustaba y me gusta la técnica de la vidriera, es como pintar en el vidrio.

¿Dónde podemos ver alguna de tus vidrieras?

Bueno, a pesar de que era muy joven, tenía 17 años, en esos momentos el vidriero artesanal más joven del país, hice trabajos para alguna catedral del territorio nacional, otros para países del norte de Europa y alguno para Petrer.

Uno de ellos fue para la Catedral de León, en concreto, un cuarterón de un rosetón de la seo leonesa. En este caso, la vidriera era emplomada y me gustó ese trabajo porque era hacerlo “a la antigua”, es decir, recurrir al uso de las tiras de plomo para unir las piezas del vidrio.

Esa técnica me gusta más que otras como pueden ser “Tiffany” que utiliza el estaño y, actualmente, se usan varillas de aluminio.

Por último, ¿te gustaría vivir de la pintura?

Por su puesto que me gustaría y espero que algún día lo consiga. El problema es que no dispongo de todo el tiempo que me gustaría para pintar y eso, en cierto modo, afecta a la evolución de mi trayectoria como pintor.

Pero bueno, todo llegará.

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