Por: VICENTE POVEDA LÓPEZ
Para que sigan vivos
los que ya se han ido.
Y a través de nuestros ojos
sigan contando su historia.
Por que sus nombres
no caigan en el olvido.
Por todos ellos,
in memoriam.
(Fragmento del escrito de los autores: Stephen Darrell Smith / Patricia Parker)
Hay momentos en la vida que recuperamos los recuerdos de la infancia, de la juventud y de la madurez, se presentan de forma nítida. A lo largo de nuestra existencia, por la vereda se van ausentando nuestros seres queridos, pero con el tiempo sientes que permanece integrado en las raíces íntimas del núcleo familiar, y con los conocimientos adquiridos por el peregrinaje por sendas y cantizales, consigue forjar nuestra personalidad…
Hace ahora tres décadas, presencié la Entrada Cristiana de Petrer, desde un balcón de la calle Gabriel Payá, el 14 de mayo de 1994. Me acompañaban mi padre, Tista el Sevilet, mi mujer, Manuela Paredes, y mis dos hijos, Simón y Vicente Manuel, de cuatro y dos años, respectivamente. Los Moros Viejos irrumpieron en la calle Gabriel Payá. Mi padre con aptitud serena, apoyaba sus manos sobre la barandilla de hierro forjado, contemplaba el pasar de la comparsa mora, y con cadencia aplaudía cada una de las filas. Una de ellas, llegó a la altura de nuestro balcón, su cabo de escuadra elevó la mirada y con destreza esgrimió la gumía consumando un saludo en el más puro estilo militar. Por un momento, fue emocionante comprobar cómo padre e hijo, con los ojos pudieron hablarse.
Pasaron diez días de tan sentida entrada cristiana, y casi apenas se había desvanecido de nuestros oídos la música festera y de nuestras calles el aroma de la pólvora, Tista el Sevilet, se despidió de sus cuatro hijos, nietos y biznietos. Parecía que deseaba reunirse con Concha, su esposa, hacía años que no la veía. Citamos seguidamente un fragmento de un escrito, con las palabras que Juan, le dedicó a nuestro padre:
–Un Moro Viejo de los que han emprendido el último viaje. Un moro de los que se ha llevado al otro mundo mucha historia de nuestra comparsa. Un moro, en suma, que disfrutaba de ser Moro Viejo… Tista, ha dejado semilla dentro de su comparsa. En su calidad de festero pasivo, siempre se sintió orgulloso de su comparsa, pues cuando hablaba de sus moros se veía cómo se alimentaba de gozo y sabía distinguir, en los desfiles, la delicadeza del directivo de hoy sobre él, que representaba el pasado…-.
En estas sentidas palabras hacia un padre, del mismo modo, pueden ser proporcionadas para un hermano. A Juan Poveda López (Petrer, 31.01.1940-02.01.2024), en la hora de la verdad concurre un camino espiritual por los espacios de la fragilidad, dependencia o cronicidad, que nos acerca a la humanidad. La ausencia de Juan, seguirá latente entre nosotros desde la eternidad, porque, mientras los que te queremos mantengamos presente tu memoria, seguirás presente en nuestra vida. Las estrellas no siempre las podemos ver, pero sabemos que están ahí. Y es precisamente en la distancia cuando comienza el murmullo de la existencia. La locución latina, in memoriam, sin más, es un sincero homenaje a quienes no se encuentran físicamente entre nosotros:
-Juan, va nàixer entre barbes postisses,
mantes blanques, faixes grogues, gumies,
babutxes grogues, bombatxos verds,
jupetins, turbants i plomes.
Un jove esportista, jugador de bàsquet,
banquer, llaurador, escriptor, secretari
i compromissari de l` Unió de Festejos.
Amant de la natura i del senderisme.
Marit, pare, avi i Moro Vell.
El seu cos no mantenia el ritme, però,
quan escoltava les marxes mores,
bressolava, ressaltant el seu sentiment
i el seu sentir fester, que era molt gran.
La nostra Festa, sempre és meravellosa,
Juan, va confiar la seu ànima
al Nostre Insigne Patró, Sant Bonifaci,
a partir d`ara, amb la seua crida,
la Festa és convertirà molt més especial.
