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martes, 30, abril, 2024
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PEDRO REQUENA: EL LATIR DE UNA CALLE (IV)

Por: Mari Carmen Rico Navarro. Cronista oficial de la Villa de Petrer

Continuamos caminando por esta vía urbana en dirección al carrer Nou. Nos queda para finalizar esta aventura recorrer el último tramo de esta calle y, en el n.º 23, encontramos la vivienda que fue también propiedad de la familia Castelló y en ella vivieron Milio Castalla y Safanoria que vendían carbón y leña. Cuando los socialistas fundaron su cooperativa de consumo al final de esta calle, en el tramo que nos ocupa, algunos vecinos decidieron crear otra sin connotaciones políticas y le llamaron la Cooperativa de Dalt. Antes de finalizar la guerra, ante la escasez de artículos, se disolvió y terminada la contienda fue expropiada y se cedió la tienda a Matilde Poveda Alcaraz, luego la traspasó a su hermana Dolores y a la hija de ésta, Julia Tortosa Poveda. Todas las hermanas: Carmen, Dolores, Matilde y Julia eran conocidas como las Mancas ya que este era el apodo de su padre José María Poveda el Manco que fue secretario del ayuntamiento durante 41 años. El hijo de José María y Dolores sin embargo fue conocido como José María el Sacristà. A fecha de hoy, la única actividad comercial registrada en esta calle es el comercio de ultramarinos de María Remedios Moya Tortosa. Esta singular y emblemática tienda perteneció a su madre Julia Tortosa Poveda la Manca y con anterioridad a su abuela Dolores. Este comercio es, sin lugar a dudas el más antiguo de Petrer y como todo un clásico ahí está perviviendo y manteniéndose a pesar del paso del tiempo. Popularmente muchos petrerenses conocen esta calle como “la de la Manca”. Durante los primeros años de la República la sede social de la CNT estuvo en este lugar y en 1936 se trasladó a la vivienda que fue de Leonor Amat Pérez en el n.º 10. Las Juventudes Libertarias compartían con la CNT el mismo edificio.

En el n.º 25 está el cuartelillo de la fila Corsaris (1965), anteriormente en este lugar vivió el Matarife y sus hermanos. En la misma casa del Matarife vivió Emilio Verdú Milio el Fuster que tenía también entrada por el callejón de la calle San Vicente, Al lado de su casa había una bodega y fue en este mismo lugar donde nació el germen de lo que después sería la empresa de García y Navarro, llamada familiarmente de Mases. Este taller se trasladó algunos años después a la nueva fábrica en la carretera de Elda-Petrer (avenida Joaquín Poveda). Desde la antigua Creu de Mollá se podía observar este emblemático edificio.

A continuación, la vivienda de la abuela de Vicente Montesinos Calzoncillos que vivía con un hijo que era soltero, como ya hemos apuntado su nieto Vicente vivió a principio de la calle, en la casa que hace esquina con la calle Prim. En el espacio que hoy ocupa un solar había dos casas, en una vivía Luisa la Matagueles y en la otra la tía Juana Ibáñez que vendía hierba para los conejos, flandinas… En el n.º 33 la casa del que fuera alcalde de Petrer José María Esteve Montesinos el Bicho. Durante la Guerra fue incautada y en el piso superior tuvo su sede el Centro Obrero y en los bajos durante la República se instaló allí la Cooperativa El Faro. Los bajos del edificio de los socialistas que tenía dos plantas estaban ocupados por una cooperativa de consumo conocida con el nombre de La Dignidad creada y dirigida por socialistas. Además de esta cooperativa, el Partido Socialista en 1930 puso en marcha una cooperativa para la fabricación de calzado conocida por El Faro promovida por la UGT. En sus comienzos estuvo en la calle Francos Rodríguez, pero al poco tiempo, ocupó una nave que pertenecía al fabricante de calzado José Alós, en la calle que hoy conocemos como Antonio Torres. En 1930 daba trabajo a más de 50 obreros. La dirección de El Faro estaba formada por Luis Amat Maestre el Bravo como presidente, Pascual González Martínez como secretario y Luis Arráez Martínez como gerente. En ese mismo lugar, Luis Escolano, el tío Luis el de la Tenda, abrió en los años 40 una tienda de comestibles en la que llegó a vender petróleo para las estufas cuando este combustible se puso de moda. A principios de los 90 cerró la tienda. Esa casa después pasó al hijo de José María Esteve, Manolo y a su mujer América, hija de Juan Bautista Tadeo Tortosa el Tártago. En el n.º 35, en una vivienda magníficamente conservada, vivieron las hijas del alcalde, Amalia y Mercedes, hermanas de Manolo.

En esta calle se jugaba a pelota en la modalidad de bote sobre banqueta y “a percha”. La “percha” era una forma de juego que consistía en lanzar la pelota rozando la pared. El jugador tenía que jugarla con la mano izquierda y por tanto rozando la mano por la pared. Los jugadores se distribuían desde la casa de Francisco Verdú Paquet el de Manel, desde donde se efectuaba el saque, hasta la casa de Dámaso Navarro en el rincón, donde se restaba.

Fueron vecinos de la calle Francos Rodríguez, en el año 1935, según consta en el padrón de vecinos de ese año Vicente Montesinos Calzoncillos y Luisa Beltrán, José María Román y Mercedes García, Eusebio Navarro, Antonio Amat y Ángela Planelles, Antonio Poveda y Amalia Rico, Vicente Aracil y Elisa Maestre, Francisco Medina y Carmen Moltó, José García y Elvira Castelló, Emilio Verdú y Matilde Brotons, Vicente Montesinos y Luisa Brotons, Hermenegildo Blanquer y Rosa Navarro, Clotilde Payá, Amalia Tortosa, el administrador de correos Melchor Mares y Enriqueta de Lago, el médico Antonio Payá y Eufemia Juan, Pedro Requena y sus hijos, Conrado Brotons y Asunción Pla, Leonor Amat, Joaquín Villaplana y Dolores Brotons, Francisco Galiano y Amalia García, Santiago Galiano y Elvira Bernabéu, y Tomás Jover y María Andreu.

En esta vía urbana además de la sede de los Beduinos, están los cuartelillos de las filas Góngora y Argote, Honoris Causa y La Muntonà de la comparsa Estudiantes, la fila Corsaris de los Marinos, Agadíes de los Berberiscos y Zaissax, entre otros

Como hemos podido ver esta calle tiene una historia muy intensa que hemos querido dar a conocer, aun siendo conscientes de que podrá haber algún que otro olvido. Os puedo asegurar que ha sido laborioso reconstruir la ajetreada historia de esta vía pública que con apenas 150 metros de extensión albergó durante la Segunda República las sedes de casi todos los partidos políticos y sindicatos de la localidad y que fue el centro neurálgico de Petrer junto con la plaça de Baix y la plaça de Dalt.

Ojalá hayamos conseguido traer al recuerdo y reproducir el bullicio de esta angosta callejuela con la intensidad de la vida política y sindical, la algarabía de los colmados, del horno, de las barberías y de los cafés, pero sobre todo ojalá hayamos podido rememorar el latir de cada una de las personas y las familias que, con su día a día, con su trabajo y en definitiva con sus vivencias conformaron la historia de esta calle y de su propia vida.

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