El precio de la luz
A estas alturas se ha hablado mucho de la reciente subida del
precio de la electricidad en España y del cambio en el modelo de
facturación de la tarifa del mercado regulado. Sin embargo, entre
todo lo que se ha dicho en diversos medios, siguen habiendo lagunas,
cuestiones no bien explicadas o falacias. Intentaré a continuación
arrojar un poco de luz sobre este tema. La energía eléctrica que
consumimos todos proviene de diversas fuentes: energías renovables,
centrales de gas y carbón, centrales nucleares, etc.
Estos son los
generadores de energía, que venderán su producto a los
distribuidores, que hacen llegar la energía a nuestros hogares. Esta
venta se hace diariamente mediante un sistema de subasta en el que
los precios pueden cambiar mucho en función de la previsión de
demanda, las condiciones meteorológicas o el precio de las materias
primas. Las centrales eólicas, por ejemplo, dependen de que sople el
viento, las solares de que haya días despejados, e incluso las
centrales hidroeléctricas pueden verse afectadas por las sequías.
En cuanto a las materias primas, el gas natural y el carbón son dos
elementos cuyo precio depende de los mercados internacionales.
En
esta subasta entran primero los productores con precios más baratos
(energías renovables, carbón y energía nuclear), ofertando hasta
dónde pueden cubrir y a qué precio. Como ninguna de estas fuentes
puede cubrir toda la demanda del país, se van añadiendo otros
generadores a precios cada vez mayores, hasta cubrir la demanda
energética. El precio que se fija para toda la energía es el del
último en entrar a la subasta, esto es, el más elevado. Todos los
generadores venden la energía, pues, al precio que dicta el
generador más caro.
Esto se ha criticado mucho porque permite a los
generadores de energía barata obtener grandes beneficios (ya que
cobran al precio de la energía más cara), pero también es un
sistema que estimula a los generadores de energía a conseguir formas
económicas de producir electricidad, y a producir el máximo posible
de esta manera. Cuanto más barato sea producir energía, mayor
diferencia con el precio de venta final y mayor beneficio. Sin
embargo, si la tendencia general debería ser reducir el precio
conjunto, ¿por qué continúa aumentando el precio de la factura
eléctrica año tras año? Porque la demanda energética no es
estable, sino que se está incrementando constantemente.
Existe una
verdad molesta, pero que no podemos obviar, en la cuestión del coste
de la energía. Hoy en día, y cada vez más, tenemos comodidades que
antes no teníamos. Cada vez más hogares disfrutan de aire
acondicionado en verano y calefacción en invierno, por no hablar de
todos los establecimientos públicos, comercios, grandes superficies,
etc. Estos lujos tienen un coste. Y hay más. Pensamos que nuestros
móviles y tabletas tan sólo consumen energía cuando los ponemos a
cargar, pero la mayoría de nosotros los usamos para consultar redes
sociales o noticias, o para comunicarnos mediante aplicaciones de
mensajería.
Todo este tráfico de datos requiere de enormes
instalaciones –las llamadas granjas de datos– que consumen
muchísima energía. Disponer de Netflix, WhatsApp o Twitter hace
que, en general, nuestra sociedad tenga una demanda energética mucho
mayor. No es mi intención aquí justificar los actuales precios de
la electricidad, pero creo que conviene comprender que no son algo
caprichoso ni fruto de una avaricia desmedida, sino un resultado
necesario de nuestro estilo de vida y de políticas energéticas poco
eficientes.
En realidad, apenas un 25% de nuestro recibo de la luz
corresponde al precio de generación de la energía, el resto son
impuestos y peajes, costes regulados por el Estado. Si queremos un
modelo energético que sea capaz de satisfacer nuestras demandas y
que, al mismo tiempo sea respetuoso con el medio ambiente, tenemos
que exigir a los gobernantes que dejen de meter tanto la mano y que
comiencen a pensar en el futuro.