La luna se asoma por detrás del Cid
Sin apenas tiempo para hacerme a la idea, se fue un amigo de los
que dan sentido a la vida. Nuestra amistad gozaba de comedida
complicidad, forjada en la infancia, en ocasiones, veía la vida a
través de su transparencia. Un rasgo característico, era su fino
sentido del humor.
Transmitía confianza y su dinámica personalidad
no ponía barreras de ningún tipo. Solía mostrarme sus cuadernos,
me sorprendía gratamente cómo sabia sacarle partido a su refinada
inspiración cuando asentaba a la luz de la luna. Lo escuchaba con
atención ya que hay personas destinadas a entenderse. De él aprendí
el virtuoso significado del sentido de la “poesía”.
Precisamente, por esos motivos, la imprevista noticia contribuye a
una sensación agridulce. Nunca se lo dije, pero la mayor
incertidumbre era cada viernes, cuando nos despedíamos, no sabía si
lo volvería ver a la semana siguiente. Sin embargo, cuando veía que
superaba los vaivenes de la salud, sin apenas quejarse, una parte de
mi corazón disimulaba, creyéndome que era inmortal y que
seguiríamos con nuestra alianza. Han sido admirables las lealtades
compartidas.
Dejo pasar las lágrimas y la tristeza, me quedo con los
sueños, las risas y el respeto que sentíamos. Y es el poeta quien
ofrece las cualidades de una deferencia: Puedo estar distante pero
jamás ausente. Puedo no comunicarme pero nunca extrañarte. Y
cuando me necesitaste, puedo no estar lindante, pero en absoluto
olvidarte. Una de las mejores virtudes meditadas, ha sido apreciar
la vida en equilibrio por tan animosas convicciones. Solo faltó un
pequeño detalle, no me enseñó a vivir sin su considerada sensatez.
Me queda un consuelo, que da fuerza para seguir, soy consciente que
seguirá en mi memoria. Sabía que algún día se marcharía, aunque
ha sido más pronto de lo deseado, por lo que aun recuerdo sus
incipientes recordatorios: -Vicent, quan camines per la vida, procura
que te pese un muscle igual que l´altre-. Su mirada era profusa, el
corazón dictaba emociones y adivinaba donde otros tenemos que
deducir. Recuerdo el último tramo del sendero, bajo una hermosa
luna, andábamos por la verde enramada, el pinar dulcificaba las
iniciaciones estivales.
Caminaba con cierto esfuerzo, lo que hizo
comprender que su postrera energía se le podría ir la vida… Y es
que el ciclo concluye en el noveno mes del año. A primeros de
septiembre, los días se acortan, el sol luce su color
amarillo-anaranjado del atardecer y las sombras se alargan al ocaso,
es entonces cuando la arboleda empieza a deshojarse. Pues el enigma
de la entredicha frase de los hombros eclosionaba por si sola: -No te
tòrçes mai, no t´inclines mai, camina recte sempre amb
responsabilitat-.
Aun a riesgo de desvelar algunos breves e íntimos
recuerdos, que por su discreta discreción, seguro que no hubiera
revelado jamás. Ahora sé que apostaste por mí, cuando pusiste
delante de mis ojos tu concebida existencia. Ahora sé que no se debe
olvidar el pasado, que la memoria es importantísima, que la malicia
es una realidad, pero también sabemos que existe el sentido común.
Cuando la luna se asoma por detrás de la silueta del Cid, fiel
compañera de tantas inspiraciones compartidas, en esa ocasión,
ella con su color plateado también desea saludarte.
Y de la mano, de
una poetisa que apreciabas, Nacarid Portal Arráez (Caracas,
Venezuela, 1991), te lo expresamos:
De todas mis breves historias
ésta es la única que tiene sabor a eternidad
incluso después de
haberse acabado.