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viernes, 26, abril, 2024
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Armando Guerra Payá (Una buena persona)

En la normal relación cotidiana y de vecindad, solemos tener varias opiniones que suelen concluir en aquello de: “Este me cae bien, este regular, este mal”, sin que, muchas veces, sepamos el motivo que nos conduce a la empatía o el rechazo.

La persona que traemos a colación tiene el caudal de bonhomía tan a flor de piel que, a pesar que no se prodiga mucho, cuando coincides con él le aprecias deseos de conversación de todo tipo, pero sobre todo en lo referente a las cosas de su pueblo, en lo que demuestra el apego que le tiene y también la memoria y conocimientos suficientes para ello.

 En cuanto a la coincidencia de su nombre y apellido muchos han sido los comentarios de todos nosotros, imaginando que si su madre hubiese tenido el apellido Segura hubiese sido una coincidencia de lo mas bélica, pero él lo lleva con buen humor.

Cuando coincidimos, su primer comentario es sobre los temas de este semanal, del que dice ser un asiduo lector. Me dice que lo primero que hace es ojearlo en busca de alguna colaboración mía que, por cierto, es muy generoso al calificarla.

Yo le tengo un especial aprecio porque durante unos años, fuimos compañeros de trabajo en la empresa “Calzados LUVI” que, al igual que la mayoría de éstas ha sucumbido por diversos motivos que requieren una reflexión pero que este no es el momento,  pues lo que  queremos comentar es la actitud de nuestro protagonista en la empresa citada, donde demostraba su forma de ser cercana y donde sucedió un detalle que nos demuestra su lado sentimental, propio de personas a las que se les sube el flujo emocional ante cualquier situación que quizá,en otros temperamentos, no tendría la menor importancia.

Sus conocimientos como “cortador de calzado” ya eran suficientes para que fuese requerido por alguna otra empresa, como así sucedió, donde iba a mejorar sus condiciones labo- rales y económicas y, tras doce años en la empresa comentada, decidió dejarla para incor-  porarse a la que consideraba era más interesante para sus proyectos.

Llegado el momento de despedirse de quienes habían sido sus compañeros comenzó por el principio de la sección que, alineada con cuatro mesas cada fila, hacían un total de cuarenta, tal era el número de “cortadores” que la componían.

En esta despedida, cada cual le hacía su propio comentario y nuestro protagonista, a me- dida que ello iba sucediendo le iba subiendo el nerviosismo y cuando iba por su mitad no pudo más, y con los ojos nublados y un nudo en la garganta, levantando los brazos ,se des- pidió de los que todavía no lo había hecho, con un: “Adios a tots”, enfilando la puerta de salida con la celeridad propia de su estado de ánimo, dejando entre sus compañeros de sección la sensación de que se había marchado una buena persona con una sensibilidad  demostrada.

Este fue un hecho ocurrido a aquél Armando Guerra que conocí y que, a pesar del tiempo transcurrido, cuando coincidimos me satisface su conversación y su forma de ser, por ello lo califico entre las personas que “me caen bien”.

Antolín

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