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miércoles, 24, abril, 2024
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DOLORES BROTONS “LA SESICA”

Mi niñez, infancia y adolescencia transcurrió en la calle Luis Chorro. En ella, mis amigos y vecinos: Aracil, los hermanos Manolo y Antonio “Pintorets”, Pepito, “el de Leónides”, Antonio “Medallero”, Payá “el de Pureta”, que ejerció de cajero en la primitiva CaixaPetrer, Pepe, creador de “ Bodegas Brotons” y Eusebio Rico, quien ponía orden en nuestros juegos (ya apuntaba maneras). En la calle citada solo habían seis casas a un lado y, al otro, solamente un paredón y la puerta del patio del edificio de “los Villaplana” que nos servía de portería. Calle tranquila, sin tráfico, pues acabada sólo eran bancales, la Central de la luz y “el Derrocat”. Nuestros juegos no tenían problemas. De vez en cuando formaba parte del grupo quien, continuando el deseo de su padre, sigue ofreciendo la palma que nuestro patrón San Bonifacio luce en fiestas. Me refiero a José Luis Román que, con su familia, se trasladaron a Elche y en sus visitas a Petrer solía acudir a casa de su tía Dolores, que vivía en la casa de “los Villaplana” (su marido, Joaquín, era miembro de esa familia). Cuando esto sucedía lo acompañaba al grupo y con un: “llevéu cuidao del meu José Luis” quedaba con nosotros hasta que, terminados los juegos, lo acompañábamos a pesar de lo cerca que estábamos.

Como, por entonces (años cincuenta del pasado siglo), el peligro de andar por la calle a nuestras edades era nulo, nuestras madres nos solían mandar a algún comercio cercano a por algo que se les pudo olvidar. Yo tenía unos cuantos sitios casi fijos; al horno de Carmelo, a recoger los “bonitatos al horno” que mi madre había llevado; al “Bar Pebrella”, donde hoy se ubica la Casa de Cultura -allí mi padre se entretenía, después del trabajo, con alguna partida de dominó-, a decirle que la cena ya estaba dispuesta, y a casa de Oleriano, situada al lado de CaixaPetrer, donde mi madre me mandaba a comprar una botella de vino de su cosecha. Una de esas veces se fue la luz, frecuente por aquel entonces, y Oleriano me dijo que me esperara hasta que volviese. Como tardaba, me mandó a casa y que fuera con cuidado. Así lo hacía siempre, pero ocurrió que, llegado a la altura del “Bar Prebella”, un grupo de personas salían comentando los apagones y una de ellas “de cuyo nombre no quiero acordarme”, en uno de sus aspavientos, me dio un empujón que, a pesar de llevar bien cogida la botella, se me cayó al suelo. Acabó rota y el vino desparramado, con el consiguiente lloro por mi parte que, como consuelo de quien provocó esta situación, solamente exclamó: “el mañaco dels collons este”. Y con esto, la luz sin venir, la impotencia y el cómo le explicaba yo a mi padre lo ocurrido…, no sabía qué hacer.

Entre tanta tribulación vino la luz y, como de un milagro se tratara, acertó a pasar por el lugar Dolores “La Sesica” que, como me conocía por la vecindad y lo comentado de su sobrino, José Luis, al verme en ese estado me preguntó, “Xico, Rafael, ¿qué t´ha apasat?” Yo le expliqué lo ocurrido y cogiéndome de la mano me dijo: “Vinga, no plores més y vineten amb mí que vaig a donarte una botella y pesses per que compres oltra volta el vi”. Así lo hice, volviendo rápido a mi casa donde mis padres estaban impacientes por mi tardanza, pensando que Oleriano no me dejaba ir hasta que no volviera la luz. Pero al ver mi padre que la botella no era la misma, me preguntó qué me había pasado y, una vez explicado a mi manera, mi madre quedó en agradecérselo a Dolores, y mi padre a que, si en el bar reconocía a quien me dio el empujón se lo dijese, como así fue, pues su voz se me quedó grabada y entre ellos tuvieron sus dares y tomares.

La intención de todo lo comentado, con alusión a un tiempo en que nuestra juventud tenía otras formas de convivencia, quizá más despreocupadas, pero con arraigos de amistad que perduran en el tiempo (es mi caso), es por lo que quiero, a pesar del tiempo transcurrido (setenta años largos), traer el recuerdo y agradecimiento que siento por aquella acción de Dolores “La Sesica”. Tanto es así que cada vez que coincido con alguno de sus hijos: Lola, Pedro, “Chimo” o Vicente se me reproduce, como una foto-fija, lo aquí relatado.

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