Floreal Reig,el decano de la huerta
Actualmente tiene 92 años pero invariablemente “ploga o neve”
se desplaza a sus tierras situadas en L’Almafrà
Desde que tenía seis o siete años se crió con su abuela y su
tío Bonifacio (que no tenía hijos) en lo más profundo de la huerta
petrerense. Y allí sigue pese a vivir desde hace años en una de las
calles más céntricas de la población: el Paseo de la Explanada,
originariamente Camí dels Pasos y, tras la guerra civil, avenida de
José Antonio. Pero para Floreal, la casa de L´Almafrá y sus
fértiles tierras son como un potente imán que le atrae.
“Ploga o
neve” no pasa día sin que se desplace al lugar de “su vida” a
pesar de que recorrer un tramo del Camí del Platans es ahora toda
una temeridad por la estrechez de la calzada y el continuo trasiego
de vehículos que atajan por este lugar camino de Petrer a Elda o a
la inversa. Floreal Reig Navarro nació en el año 1924 y tiene ahora
92 años muy bien llevados. Es un hombre extremadamente querido entre
los de su entorno. Irradia confianza.
Es amable, atento, servicial.
Una buena persona en el aspecto más amplio de su significado.
Durante su infancia asistió a la escuela que había en la actual
calle Antonio Torres, en lo que posteriormente se reconvirtió en un
taller de fabricación artesanal de muebles: Muebles Pina. Así lo
quiso su padre Luciano que siempre se tuvo a orgullo ostentar en
aquellos tiempos el carnet número 1 del sindicato U.G.T. y, por
consiguiente, todo un socialista de pro.
Posteriormente, estudió en
la academia privada de Don Eliso (Academia Verdú) de la vecina
población de Elda hasta que la dictadura la cerró “por culpa”
de los ideales de su propietario y principal impulsor. Desde que era
un crío y entre clase y clase siempre estuvo vinculado a la tierra
y, además, de manera apasionada. Le atraía todo lo que se plantaba,
mimaba durante su crecimiento cada una de las variedades que crecían
en estas tierras tan agradecidas que dicen ya cultivaban los romanos,
posteriormente los árabes y hasta su expulsión, los moriscos. Su
paso por el colegio privado que económicamente abonaban su abuela y
su tío fue determinante para un futuro “pluriempleo”.
En
aquellos años era raro que un adolescente todavía permaneciera en
el colegio hasta los catorce o quince años. Él, Floreal, lo hizo
gracias a la generosidad de sus familiares que compensó con una
dedicación sin límites a la tierra. En la amplia parcela cultivaban
de todo según la temporada en la que se encontraban inmersos. Hizo
el servicio militar en Valencia y se casó en las islas canarias, ya
que allí se encontraba su novia de toda la vida. Encarna se trasladó
a la región insular acompañando a sus progenitores. Por cierto,
allí le obligaron a cambiarse el nombre porque Floreal no era
cristiano, más bien rojo y comunista. Le “rebautizaron” como
José, aunque nadie le conoce por ese nombre.
A los pocos años de
vuelta a su pueblo natal se fueron a vivir a la casa de L´Almafrá.
Allí se dedicó en cuerpo y alma al cultivo de la tierra. Se conocía
y se conoce, a la perfección la época y el momento adecuado en las
que hay que plantar la amplia gama de hortalizas, sabe como cuidar
los árboles frutales, los olivos, los almendros y todo lo que da la
tierra siempre que se abone y se mime como ha hecho Floreal a lo
largo de los años. Él cultivaba la tierra y su mujer vendía sus
“resultados” en “la plaça” (el mercado), también a los
vecinos cercanos a su vivienda. Ese era su oficio pero tuvo otro que
ejercía cuando las labores agrícolas se lo permitían: llevaba la
contabilidad de pequeñas empresas, talleres y algún comercio.
Desgraciadamente Floreal ha sido testigo de la desaparición del
amplio entramado de acequias que jalonaba buena parte de la zona
oeste y sur del término municipal petrerense. La Canal, las
inmediaciones del camino viejo de Elda, el Campet y, sobretodo,
L´Almafrá Alta y la Baixa. El agua llegaba a la finca de la Casa
Cortés e, incluso, a las inmediaciones de la zona donde actualmente
se encuentra el Restaurante Paulino. Por supuesto hasta el barrio de
San José y toda la zona que limita con la actual avenida del
Mediterráneo. Desgraciadamente todas estas construcciones acuíferas
han desaparecido por culpa de un progresivo y evidente abandono. Hoy
quedan muy pocas de estas infraestructuras que se puedan utilizar y
las que permanecen están muy deterioradas. S
egún Floreal, solo
llega a su destino entre el treinta y cuarenta por ciento del agua,
el resto se pierde por el camino por culpa de las filtraciones que se
escapan de las acequias. Y de eso nuestro agricultor decano sabe
bastante porque desde siempre ha estado ligado a la Comunidad de
Regantes. De hecho, junto a Andrés Poveda, sigue siendo el “alma
mater” de esta entrañable entidad que invariablemente se reúne
todos los jueves a medio día para el reparto del agua entre los
pocos regantes tradicionales que todavía quedan.
Hace años era todo
un espectáculo porque “les tandes de aigua” salían a subasta y
se le adjudicaban al mejor postor. Asegura no poder desvincularse
del mundo de la agricultura, aunque es consciente que se tiene que
ceñir a las limitaciones de su edad. A su ritmo arranca alguna mala
hierba, ata tomateras o vigila las calabazas, por poner algún
ejemplo.
Floreal es un hombre de prestigio en las labores agrícolas,
querido y muy admirado. Especialmente por los jóvenes que
últimamente están irrumpiendo en el entramado de los huertos
ecológicos y populares. Se lo merece.
El corral
Como buen agricultor, también se dedicó durante muchos
años a la cría de conejos y gallinas. Los conejos los vendía y
las gallinas le daban una buena cantidad de huevos que también
salían al mercado.
Era una ayuda más para la economía familiar.
Lógicamente, sus excrementos naturales servían para abonar las
tierras que posteriormente eran plantadas de gran cantidad de
variedades hortofrutícolas.